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Pedro Sánchez es el nuevo presidente del Gobierno. El líder socialista superó ayer la votación de la moción de censura gracias a los 180 votos de Podemos, Compromís, ERC, PDeCAT, Bildu y PNV. Hoy mismo tomará posesión y la semana que viene ya tendrá su propio ejecutivo en marcha. Entre aplausos y gritos de “sí se puede”, Sánchez celebró su triunfo mientras su antecesor fue el primero en felicitarle. Mariano Rajoy pasará a la historia por ser el primer presidente del gobierno español que pierde una moción de censura, acuciado por la corrupción en su partido, y por aplicar, por primera vez también en democracia, el artículo 155 y cesar al gobierno de la Generalitat. La corrupción, tráfico de influencias y malversaciones varias llevan años instalados en la forma de hacer política en España y es hora que la regeneración por la que clama la sociedad llegue a las altas instancias del Estado y, evidentemente, es obligado que quien comande esta limpieza ética no sea un presidente cuyo partido tiene el dudoso récord de altos cargos imputados por beneficiarse del bien común. Corresponde al PSOE y a Pedro Sánchez pasar de las palabras a los hechos e iniciar una etapa en la que la trasparencia de las arcas públicas y sus conexiones con empresas y tejidos del poder privados se hagan con luz y taquígrafos. Superar la corrupción en sus mil formas y maneras es básico para que la confianza de los ciudadanos en sus representantes pueda recuperarse. Por otra parte, el problema catalán es la otra gran asignatura que debe aprobar el ya presidente para demostrar su talla de estadista. Rajoy ni quiso ni supo afrontar los legítimos derechos de parte de la sociedad catalana para reivindicar su historia, lengua y cultura y su voluntad de administrar más y mejor sus recursos. Es más, su partido puso la primera piedra, impugnando el Estatut del 2006, para la desafección que vino después. Deberá ser también Pedro Sánchez el que abra de una vez la vía del diálogo que permita, sin vencedores ni vencidos, restituir la confianza mutua y sentar las bases del pacto territorial que ha de afrontar también el derecho de los pueblos a su autodeterminación por vías pacíficas y democráticas. El PSOE y su presidente no lo tendrán fácil, ni tampoco los que le han dado su apoyo en la esperanza de que comience una nueva época menos conflictiva y más conciliadora. De su talento y acierto depende nuestro inminente futuro.

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