SEGRE

Creado:

Actualizado:

Mariano Rajoy anunciaba ayer su dimisión como presidente del PP porque entendía que era “lo mejor para mí, lo mejor para el Partido Popular y creo que también para España”. Por una vez, estamos de acuerdo porque su larga etapa en política, casi 40 años con cargos en la Diputación de Pontevedra, en el Parlamento gallego, diversas carteras ministeriales y finalmente la vicepresidencia y la presidencia del Gobierno, estaba acabada desde que se conoció la sentencia del caso Gürtel, que declaraba probada la caja B del partido y hasta dudaba de la credibilidad del testimonio de Rajoy. Fue la gota que desbordaba el vaso de la corrupción que rodeaba el partido desde la etapa de Aznar y a la que Rajoy no ha sabido, o no ha podido, enfrentarse con decisión y finalmente ha optado por marcharse pocos días después de haber conseguido el gran éxito de aprobar los presupuestos y por una moción de censura que había menospreciado y frente a la que no mostró la menor capacidad de reacción en una actitud de displicencia que por lo visto cuadra con su carácter y su táctica de gestionar los tiempos hasta que se resuelva el problema. Le funcionó para controlar el partido, donde fue designado por Aznar presidente en 2013 y donde acabó con todos sus adversarios hasta imponer su liderazgo indiscutido, y también para enfrentarse a la crisis económica, el gran mérito que le atribuyen sus partidarios mientras que sus detractores consideran que la recuperación llegó a remolque del repunte internacional, pero no ha funcionado para combatir la corrupción y mucho menos a la hora de afrontar la crisis catalana, porque se va sin que conozcamos si tenía alguna propuesta para solucionar el problema y con un panorama mucho peor que el que encontró cuando accedió a la Moncloa tras ganar las elecciones de 2011 después de haber perdido las dos anteriores. Se va criticando amargamente a Sánchez y a Rivera, pero también a Aznar, que en su línea de hostigamiento de las últimas semanas volvió a ofrecerse ayer para reconstruir el centro-derecha y rodeado de aplausos y lágrimas de los suyos que tampoco ocultan que el partido está dividido y la sucesión será complicada. Ha evitado la designación a dedo de su antecesor y de su talante cabe esperar que no interferirá en la gestión de su sucesor como ha hecho Aznar, pero hace días que los cuchillos vuelan entre los diferentes sectores del PP. Y ahora Rajoy lo verá desde la barrera.

tracking