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La difusión de imágenes grabadas en la cárcel de Estremera del exvicepresidente Oriol Junqueras y los exconsellers Forn y Romeva ha desatado una polémica que afecta tanto a posibles vulneraciones de la intimidad de personas privadas de libertad al ser grabadas en su actividad diaria, como a su difusión y publicación e incluso a la forma de editar y presentar las imágenes y la posible instrumentalización política del documento. De entrada, hay coincidencia en que se vulneran los derechos de las personas cuando se les graba sin haber sido informadas previamente y obtener su consentimiento y especialmente cuando esta grabación se hace en un espacio como una prisión, donde el sujeto de los derechos está contra su voluntad y privado de libertad y cualquier grabación es una violación redundante de su intimidad hasta sentirse espiado o acosado. Además, está expresamente prohibido por el reglamento penitenciario, por lo que se ha cometido una ilegalidad y los responsables de la prisión de Estremera y de Instituciones Penitenciarias tendrán que aclarar y depurar responsabilidades por esta grabación. La segunda pregunta es si es legítimo que los medios que han conseguido el documento puedan difundirlo y en caso positivo cómo deben hacerlo. Hay opiniones para todos los gustos, pero es indudable que la grabación tiene interés y valor informativo, que hay un derecho a la información y que no es la primera vez que se divulgan imágenes de personajes públicos captadas irregularmente en su declaración ante los jueces o bien durante su estancia en prisión o que se reproducen conversaciones o mensajes grabados sin consentimiento de personajes públicos. Por otra parte, la difusión del documento ayuda a visualizar la sinrazón de la prisión preventiva que padecen los dirigentes soberanistas e incluso la dignidad y valentía con la que la están soportando y conocer en primer plano su situación contribuye tanto o más que los lazos amarillos a denunciar la injusticia. Capítulo aparte es la forma de presentar y editar la noticia y aquí sí hay diferencias significativas entre el tratamiento del diario Ara, respetuoso y solidario con las víctimas y sus familias, y el que ha hecho La Sexta con un montaje de zooms, imágenes congeladas, reproducción de conversaciones y hasta comentarios irónicos. Aunque parezca lo contrario no todo vale, pero en última instancia es el lector y el espectador el que tiene que juzgar.

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