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Nadie puede dudar de la buena intención que acompañaba a los impulsores de la reintroducción del oso en las comarcas pirenaicas con el objetivo de restaurar un equilibrio ecológico, pero tampoco se puede cuestionar que después de 22 años desde la liberación de los primeros ejemplares se está convirtiendo en un problema, que está provocando manifestaciones de repulsa, como la de ayer en Sort, y que a la vista de algunas imágenes y del parte de agresiones de algún ejemplar como Goiat puede generar inquietud entre ganaderos y turistas. La reintroducción del oso se planteó como una iniciativa comunitaria, generosamente subvencionada en el marco del programa Piroslife con 2,1 millones de euros, pero sin contar con el respaldo de los habitantes de las comarcas afectadas que desde el primer momento mostraron sus reticencias y planteaban que había otras prioridades para fomentar el desarrollo del Pirineo.

Desde que se soltaron las primeras osas en la zona francesa en 1996 se habían registrado ataques esporádicos a rebaños que se solventaban con la preceptiva indemnización a los ganaderos, pero en los últimos tiempos, tal vez por la liberación de especies más agresivas, los ataques se han multiplicado, los osos se han acercado a zonas urbanas y hasta amedrentan a un rebaño con el pastor como muestran las imágenes que publicamos hoy. Contrariamente a lo que se anunciaba cuando empezó el programa, tampoco ha contribuido a incentivar el “turismo del oso” y más bien puede convertirse en un obstáculo para atraer senderistas o turismo familiar. Ya hay ganaderos que plantean que la convivencia de la ganadería y osos agresivos es imposible y habrá que analizar si los ataques proceden de un animal en concreto, Goiat, o está más generalizado, pero es evidente que tenemos un problema y que cualquier solución, identificar y seguir a los diferentes ejemplares o capturar al oso en cuestión y repatriarlo a su país de origen o utilizar elementos disuasorios para alejar a los animales, tendrá unos costes añadidos y considerables, mientras en el otro bando los ganaderos se quejan de que cada vez se pagan con más retraso las indemnizaciones por los ataques que padecen sus rebaños. No era prioritaria la reintroducción y ahora empieza a serlo buscar soluciones.

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