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Con apenas 36 horas de diferencia hemos asistido atónitos a dos accidentes que, a priori, tendría que parecer imposible que ocurrieran. En primer lugar, a media noche del domingo un muelle de madera del puerto de Vigo, que acogía a cientos de jóvenes asistentes al festival musical O Marisquiño, se derrumbó causando más de 400 heridos aunque, por suerte y milagrosamente, sin ninguna víctima mortal. Poco después, hacia el mediodía de ayer, un tramo de 260 metros de un viaducto que transcurre por encima del núcleo urbano de la ciudad italiana de Génova se vino abajo, causando decenas de muertos, tanto ocupantes de la treintena larga de vehículos que se precipitaron desde 50 metros de altura, como personas de los inmuebles existentes debajo del puente Morandi. El primero de los siniestros, el de Vigo, ha ocasionado una verdadera tormenta política en la ciudad gallega, especialmente entre el ayuntamiento, dirigido por los socialistas, y la autoridad portuaria, con el PP al frente, sobre qué institución tenía responsabilidades respecto al mantenimiento de la infraestructura. En el caso de la tragedia de la capital de la Liguria, ayer primaban las labores titánicas para rescatar a posibles supervivientes de la caída de este tramo de una de las autopistas más transitadas de Italia y que es enlace directo con la frontera francesa. Y de las primeras investigaciones, pocas conclusiones se pueden extraer.

Es cierto que el siniestro ocurrió en el marco de unas jornadas de lluvias cuantiosas, pero es del todo impensable creer que una infraestructura de estas características pueda verse afectada por unas tormentas, por muy virulentas que sean. El puente data de los años 60 y en 2016 fue objeto de una revisión. Sin embargo, algunos vecinos de la zona afirmaban ayer ante los medios que habían visto cómo caían de forma esporádica cascotes y piezas metálicas, aunque estos extremos, de ser ciertos, deberán ser ratificados por las administraciones implicadas. Sea como sea, urge arrojar luz sobre ambos accidentes porque es necesario depurar responsabilidades puesto que infraestructuras públicas y además muy utilizadas, como son el muelle vigués y el puente genovés, deberían estar cada día como si se estrenasen. Y no ha sido así visto lo ocurrido.

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