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EDITORIAL

La solución pasa por seguir negociando

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“O libertad o libertad”. El president de la Generalitat, Quim Torra, se amparó ayer “en el mandato del 1 de octubre” para trazar el mapa del soberanismo de cara al “otoño caliente” que se avecina en este curso político, inaugurado en la Sala Gran del Teatre Nacional. La hoja de ruta para los próximos meses quedó definida en tres puntos: “movilización en la calle, instituciones al servicio de las políticas sociales y el progreso de la República y máxima proyección internacional”, en una declaración que Torra, aseguró, “no es una protesta sino una propuesta”. Las claves del discurso se resumen en una marcha en defensa de los derechos civiles de Catalunya; advertencia de que en caso de sentencia condenatoria de los independentistas presos se pondrá a disposición del Parlament, pero no ha precisado si convocará elecciones, y oferta de diálogo a Pedro Sánchez para votar sobre el referéndum de autodeterminación, pero avisando de que no apoyará la votación de la aprobación de un nuevo Estatut. Por tanto, aunque mantiene sus posiciones iniciales, sí es cierto que se aprecian matices que hacen albergar esperanzas de distensión. En primer lugar, el mandatario catalán habló en todo momento de bilateralidad, lo que deja al margen la unilateralidad que nada positivo ha aportado. Tampoco cerró la puerta a ir a Madrid para negociar salidas que favorezcan a la mayoría y en toda su conferencia fijó en el diálogo la pauta a seguir. Además, no precisó ni marcó calendario alguno, lo que también es positivo.

En cuanto al gobierno español e instituciones del Estado, la presidenta del Congreso, Ana Pastor, se adelantó a su discurso y ya por la mañana le volvió a invitar a ir a la Cámara para explicar su proyecto político y más tarde la portavoz del Gobierno del PSOE, Isabel Celaá, reiteró también que el diálogo es la única salida posible al enfrentamiento institucional y político que mantiene la Generalitat con el Estado. No es para tirar cohetes ni prever o anticipar una solución inminente, pero al menos la tensión y la judicialización no son las únicas banderas y eso ya es mucho. Convendría también que ambos bandos tuvieran presente que la ciudadanía es la soberana de sus decisiones y que por ella tienen la obligación de negociar hasta hallar una salida sin ganadores ni vencidos y que favorezca a todos.

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