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Se ha cumplido un año de la concentración ante la conselleria de Economía como respuesta a los 41 registros y las 14 detenciones efectuadas para intentar desarbolar el referéndum del 1 de octubre, que se convirtió en el primer episodio del “choque de trenes” y el punto de partida del sumario que llevó a la cárcel a los dirigentes de la ANC y de Òmnium, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, que ya llevan más de once meses en prisión. Era la primera intervención directa de un juzgado, el 13 de Barcelona, y de la Guardia Civil en dependencias de la Generalitat y, aquel día, se visualizó la desconfianza entre mossos y guardias civiles y también fue la primera respuesta del independentismo espontánea y no planificada, ni organizada como había sucedido con otras movilizaciones. Los registros se prolongaron durante todo el día y tanto los guardias civiles como los funcionarios judiciales abandonaron la sede de Economía tras sentirse sitiados, tras horas de tensión y negociaciones infructuosas, mientras los Jordis intentaban primero calmar los ánimos y después disolver a los manifestantes. Para unos fue una concentración pacífica para responder a los registros y las detenciones en una conselleria y para otros una “protesta tumultuaria” para impedir a funcionarios y agentes el cumplimiento de una orden judicial que, en el sumario posterior, ha dado pie a los cargos de rebelión y sedición. Pasado un año, hay que insistir en que no hubo violencia que justifique la acusación de rebelión que mantiene el juez Llarena, y mucho menos que pueda acusarse de lo mismo a los Jordis que, en todas sus intervenciones, hicieron llamamientos pacíficos y de rechazo a la violencia. Y hay que insistir en que los nueve dirigentes del procés presos tendrían que estar en libertad, porque no tiene sentido convertir la prisión preventiva en un instrumento de escarmiento y venganza como tampoco lo tiene mantener las acusaciones de rebelión. Es un error perseverar en los equivocaciones cometidas, por unos y otros, y cualquier solución al problema ha de pasar por el diálogo y la negociación, por el respeto y la tolerancia, por la integración y no la exclusión, algo que difícilmente se conseguirá con los líderes del procés en la cárcel. Y en nada ayudan los comentarios efectuados por jueces descalificando a quienes no piensan como ellos, porque lo único que hacen es poner aún más en duda la independencia judicial.

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