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Mientras llueven millones para las líneas de alta velocidad y hasta se plantean posibles aprovechamientos privados entre Madrid, Barcelona y Montpellier, las líneas ferroviarias de cercanías siguen languideciendo en medio de averías que se repiten o simplemente agonizan como sucede con la línea de Lleida a Manresa. El goteo de incidencias es permanente y, esta semana, se han registrado dos averías en la línea de Manresa, con una docena en las líneas de Lleida a lo largo de este verano, de forma que los problemas con los trenes de cercanías en nuestras comarcas se han convertido en habituales. No es casualidad porque, según un informe de Comisiones Obreras, no se ha invertido más que el 12 por ciento de los 4.000 millones comprometidos, se ha reducido el personal de Renfe en un 40 por ciento en los últimos veinte años y, además, tampoco se ha articulado ningún sistema de cercanías como sí se ha hecho en otras provincias catalanas. El resultado es que seguimos con unas líneas anticuadas, con tramos entre Lleida y Mollerussa en los que los trenes no pueden circular a más de 60 kilómetros por hora, horarios poco adaptados a las necesidades de los viajeros y, además, ninguna fiabilidad para llegar con puntualidad a las clases o al trabajo. Con estos mimbres, es imposible aprovechar la potencialidad del tren como medio de transporte más sostenible, más barato y menos contaminante y además se desaprovecha la oportunidad de crear una red de cercanías con trenes fiables hacia Cervera, Montblanc o Monzón, como está funcionando ya hasta Balaguer con la línea de La Pobla, gestionada por la Generalitat. Y es que además de los problemas de inversión, también estamos ante un problema político porque Adif y Renfe, es decir el ministerio de Fomento, ni están invirtiendo en la mejora de estas líneas, ni cumplen los compromisos adquiridos, pero tampoco aceptan traspasar las competencias a la Generalitat como se hizo con el tren de La Pobla, que ha demostrado más interés en mejorar las infraestructuras y adaptarlas a las necesidades de los viajeros. Mientras tanto, los trenes de cercanías van agonizando, perdiendo usuarios y dinero y complicando las comunicaciones de los pueblos de interior, el acceso al ferrocarril de las zonas rurales y, en una palabra, la articulación del territorio. Es importante el tren para ir de Lleida a Barcelona o Madrid, pero también para llegar a Cervera o Les Borges.

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