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Se cumple hoy un año de la declaración unilateral de independencia en el Parlament de Catalunya que debía ser un acontecimiento histórico y que nadie parece interesado en recordar, ni en celebrar. Llegaba la declaración después de una semana de tensión, y justo después de la jornada en que se había convocado a los medios para inicialmente convocar elecciones y que después se convirtió en el anuncio de que el Parlament aprobaría la DUI porque Puigdemont no había conseguido garantías de que el gobierno de Rajoy no aplicaría el entonces desconocido artículo 155, que en la práctica suspendía el gobierno de la Generalitat. Aunque se han escrito muchos libros sobre el tema, aún no se conoce con detalle la historia real de aquellos días, y aunque cada cual arrima el ascua a su posición, parece claro que las diferencias entre los grupos independentistas y el temor a ser considerados blandos, o traidores según la terminología de los hiperventilados, junto con la falta de garantías de Madrid, hicieron que Puigdemont descartara unas elecciones de resultado incierto y apostara por una DUI que llevaba a una intervención del Estado segura. ¿Por qué lo hizo? ¿Pensaba que Madrid se quedaría cruzado de brazos después de proclamar la independencia? No se llegó ni a arriar la bandera española del Palau de la Generalitat, ni hubo ningún reconocimiento internacional, y alguna consellera ha admitido después que iban de farol, mientras otros han admitido que no había ni estructuras, ni apoyos suficientes para llevar adelante la independencia pese a todas las hojas de ruta y todos los planes que se habían elaborado. Al lunes siguiente, unos optaron por el exilio, otros comparecieron ante la justicia española, que los envió a prisión, y se puso en marcha la aplicación del artículo 155 hasta que las elecciones de diciembre volvieron a dejar un Parlament similar al que se había disuelto. Un año después, tenemos a 18 dirigentes catalanes en la cárcel y procesados y otros que han preferido marchar al extranjero, una sociedad que sigue dividida, muchas empresas que han trasladado su sede fuera de Catalunya y un panorama político que sigue igual de incierto que hace un año, aunque de momento parece que se ha rebajado la crispación. Cada cual valorará si estamos mejor o peor, si hemos avanzado o retrocedido, pero sería bueno que todos recapacitáramos y aprendiéramos de los errores que hemos cometido.

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