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Josep Maria Ganyet, ingeniero informático de Tàrrega experto en inteligencia artificial, explicaba en una entrevista publicada en este diario que de pequeño pensaba en el año 2000 “y me imaginaba vestido con papel Albal y conduciendo un Vespino volador”. Para su sorpresa, y la de toda una generación que nació cuando el hombre llegó a la Luna, el futuro “era Facebook, y eso no lo habíamos previsto”. El 2000 ya es una fecha del pasado y los 3.284 niños y niñas de Lleida que nacieron ese año mitificado por la ciencia ficción son mayores de edad. El antropólogo Carles Feixa los define como la generación blockchain, porque están hiperconectados pero, a diferencia de sus antecesores, los millennials, han convertido internet en un espacio de luchas compartidas. Son más solidarios y feministas, pero les aguarda un horizonte de precariedad laboral. Estadísticamente, estudiarán hasta la treintena, pero no lograrán vivir mejor que sus padres. Políticamente, son jóvenes comprometidos y progresistas. Todavía no han podido votar, pero han encontrado otras maneras de defender sus ideales desde el asamblearismo y la autogestión. Política de calle para tener voz en un sistema que los invisibiliza porque la pirámide demográfica cada vez tiene menos forma de pirámide y resultan poco atractivos para los partidos. Baste recordar que en el estudio Ser jove a Lleida avui, se desvela que hace 35 años 1 de 4 habitantes de Lleida era joven (entre 15 y 34 años). El año pasado la proporción era de 1 de cada 6,5. En esta sociedad cada vez más envejecida, un 45% de leridanos de entre 30 y 34 años no ha podido independizarse y todavía reside en la casa familiar. Mal augurio para los que acaban de convertirse en universitarios sin poder esperar demasiado de la vida. La fe que ilumina Ya hace un año y medio que el Agrupament Escolta de Solsona está sin luz en el local parroquial que ocupa. Si los escoltes quieren electricidad tendrán que pagar un insólito peaje a la Iglesia: asistir a cenas religiosas y otras actividades católicas. Imponer algo tan personal como la fe no parece una manera de ganar adeptos.

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