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El PSOE vivió ayer una derrota histórica en Andalucía. A pesar de ser de nuevo el partido más votado, perdió 14 diputados y, con solo 33, no podrá seguir gobernando porque un posible acuerdo con Adelante Andalucía queda lejos de los 55 escaños necesarios para la mayoría. En cambio, los que sí suman son los partidos de derecha y ultraderecha. Son el PP, que se mantiene como segunda fuerza con 26 diputados tras perder seis; Ciudadanos, que no logra desbancarle aunque pasa de 9 a 21; y la gran novedad: los ultras de Vox, que logran nada menos que 12 escaños. Todo apunta a que PP y Cs no tendrán reparos en alcanzar un acuerdo de gobierno con el apoyo de Vox para desbancar a los socialistas, con lo que este partido ultra no solo irrumpe con fuerza en Andalucía, sino que tendrá un papel protagonista. Para dar una idea de qué es Vox, basta con saber que propone suspender de forma inmediata la autonomía catalana, ilegalizar los partidos independentistas, desmantelar las autonomías, derogar la ley contra la violencia de género y la del aborto y deportar a todos los inmigrantes ilegales. Muchos se rasgarán ahora las vestiduras, pero es la consecuencia lógica del rumbo que están siguiendo las principales fuerzas políticas. Casado y Rivera compiten día sí, día también, para ver quién se envuelve mejor con la bandera española, el epíteto más amable que dedican a los independentistas catalanes es el de golpistas y descalifican a Sánchez por intentar llegar a acuerdos con ellos. Mientras, Sánchez demuestra que lo que hoy dice que es negro mañana puede ser blanco, Podemos está más ocupado en sus cuitas internas que en articular un discurso nítido y los independentistas equiparan el actual Estado con la dictadura de Franco. Si la demagogia impera en la política, si el adversario es el enemigo, si ser diferente o pensar diferente es un motivo de desconfianza, todo ello con un estado del bienestar debilitado y cuando mucha gente vive peor que hace diez años y teme que el futuro sea aún más negro, es evidente que estamos en un terreno abonado para los ultras, que son los campeones de la demagogia. Y lo peor es que este fenómeno también está en auge en otros países europeos. Dicen que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla, lo que resulta inquietante cuando se cumple un siglo de la revolución comunista en Rusia y el posterior surgimiento y expansión del fascismo.

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