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El presidente del Gobierno español y el de la Generalitat se reunieron ayer y lo que debería ser habitual se convierte en una buena noticia por la excepcional situación que vivimos en la que el diálogo es la excepción y no la norma. Sánchez y Torra se entrevistaron no solo porque es lo lógico entre los responsables del Estado y la Generalitat, sino porque también es una obligación que se reúnan y que intenten buscar soluciones a la crisis que vivimos, pese a que los más radicales de los dos bandos presenten el encuentro como una concesión gratuita al enemigo. Les vendría bien recordar la frase de Nelson Mandela de “si quieres hacer la paz con tu enemigo, tienes que trabajar y hablar con él, y entonces se vuelve tu compañero”. El encuentro se completó con las reuniones del vicepresidente Aragonès con la vicepresidenta Calvo y la consellera Artadi con la ministra Batet para abordar cuestiones más concretas y también visualizar que sin ser una cumbre de los dos gobiernos, sí se escenifica una bilateralidad, que escandaliza a la oposición de derechas pero debería ser un gesto de normalidad para implementar unos mecanismos de diálogo fluido, recíproco y permanente que es lo que ha faltado hasta ahora. El encuentro ha llegado después de gestos de distensión como es el apoyo de los grupos independentistas a la elevación del techo de déficit propuesta por el PSOE y Podemos, que podría abrir la puerta a la aprobación de los presupuestos y sobre todo con el anuncio de los políticos presos de que abandonaban la huelga de hambre, atendiendo a las múltiples peticiones que se lo pedían y a que consideran alcanzados sus objetivos de internacionalizar el conflicto y que el TC agilice sus recursos. Son precisamente los políticos presos quienes piden para hoy una protesta masiva y pacífica, evitando cualquier enfrentamiento y las provocaciones que pueda haber. Estamos ante una jornada clave en la que es legítimo protestar por la reunión del Consejo de Ministros en Barcelona, pero también lo es que el Ejecutivo decida reunirse aquí como lo ha hecho en otros puntos del Estado, pero no ayudarán en nada los actos violentos, ni las provocaciones y menos cuando la derecha española está esperando que hoy se registren incidentes y se paralice la movilidad para reclamar que se vuelva a implantar un 155 más duro. La táctica del “cuanto peor, mejor” solo favorece a los más radicales de los dos bandos.

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