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El líder del PP, Pablo Casado, ha dado múltiples muestras desde el primer día que se puso al frente del partido hace seis meses que su línea política se basa en el aznarismo puro y duro. Mejor dicho: en las políticas que desplegó Aznar durante su segundo mandato con mayoría absoluta en contraposición con el primero, cuando decía hablar el catalán en la intimidad y era capaz de referirse a ETA, responsable de cientos de asesinatos, como “el movimiento vasco de liberación” mientras el Gobierno negociaba con esta banda terrorista. Así lo acreditaban tanto sus declaraciones públicas como su facilidad para alcanzar un pacto con los ultras de Vox en Andalucía. Pero ayer, en el cierre de la convención del PP, Casado todavía fue más allá, quizás para dejar claro a los militantes y simpatizantes de Vox que él les ofrece todo lo que propugnan. Como era de esperar, uno de los ejes de su discurso fue el conflicto de Catalunya, y la verdad es que su mensaje constata que la única alternativa que ofrece es el palo y tentetieso para imponer el centralismo más ultramontano. Tras empezar citando a Vargas Llosa para afirmar que “la peste del nacionalismo” ha laminado la convivencia y la legalidad en Catalunya, anunció que si gobierna aplicará de inmediato el artículo 155 de la Constitución “para deponer al gobierno, nombrar uno nuevo, y recuperar el control de la educación, la seguridad, la hacienda, los medios públicos y las cárceles”, que endurecerá el Código Penal para imponer una segunda pena por la organización del 1-O, prohibirá los indultos a los condenados por rebelión o sedición y modificará la ley de partidos para que todos los que sean independentistas no reciban financiación. Como remate, aseguró que “pondremos orden en Cataluña, y liberaremos a toda una sociedad secuestrada por una banda de fanáticos racistas y supremacistas, con la impunidad de tener al Gobierno de España en sus manos”. No nos cansaremos de repetir que el conflicto de Catalunya tiene un origen político y que la solución pasa por el diálogo. En cambio, Casado apuesta simple y llanamente por laminar a los partidos y entidades independentistas, olvidando que como mínimo tienen a dos millones de ciudadanos detrás. ¿Qué hará? ¿Llenar las cárceles de independentistas? Siguiendo el inicio de su línea argumental, habría que preguntarle si la peste del nacionalismo español es mejor que la del catalán.

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