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Las instituciones leridanas, Paeria y Diputación, han presentado en el gran escaparate mundial del turismo, que es Fitur, los atractivos que ofrecen para conseguir incrementar el número de visitantes y reforzar la aportación del turismo a la economía provincial. Los datos presentados confirman una paulatina mejora respecto a ejercicios anteriores, y así en el conjunto de las comarcas se ha incrementado el número de turistas hasta llegar a los tres millones de pernoctaciones y 1.200.000 visitantes, lo que representa un incremento del 3,2 por ciento y del 4,6 respectivamente con respecto a las cifras registradas en 2017, que fueron las mejores de los últimos años con un incremento constante desde 2014. También en el caso de Lleida ciudad se han mejorado los datos con 34.806 pernoctaciones más y un notable flujo de visitantes con el AVE, con medio millón de pasajeros por la ciudad en los últimos diez años. Vamos mejorando y, de hecho, el turismo se ha convertido en uno de los motores de la economía de Lleida, con una aportación media al Producto Interior Bruto en torno al 15 por ciento, que en algunas comarcas de montaña se multiplica hasta convertirse en el sector hegemónico, y es muy significativo que las comarcas que mejor se han recuperado de la crisis, y que según todos los anuarios, mayores índices de crecimiento presentan, son las que más dependen del turismo, que como sucede con Aran es la que tiene la renta per cápita más alta. Las recomendaciones son apostar por el turismo con la prevención de evitar el monocultivo y la dependencia absoluta de este sector, y es evidente que los atractivos de la oferta, como se ha puesto de manifiesto en Fitur, son extraordinarios, desde la belleza natural del Pirineo al aliciente del románico y los patrimonios de la Humanidad, pasando por la reserva Starlight, la Seu Vella, la construcción en piedra seca o el encanto de los paisajes del Montsec. Sobra oferta, pero pese a los esfuerzos de los patronatos de Turismo, nuestros atractivos aún no son conocidos por el turismo interior y el internacional, que se quedan con el aliciente de sol y playa, que cuantitativamente atraen el grueso de la demanda. Aquí tenemos que apostar por un turismo menos masificado y de más calidad, que valore el patrimonio cultural y artístico y que también genere más valor añadido y, paralelamente, por desestacionalizarlo y ampliar la oferta a comarcas con menos tradición.

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