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El presidente de la Generalitat, Quim Torra, destacó el sábado durante la inauguración de la Fira de Sant Josep de Mollerussa la necesidad de apostar por el equilibrio territorial de Catalunya, afirmando que “no puede tener una gran cabeza [en alusión a Barcelona] y unas comarcas desvalidas”. La teoría suena muy bien, pero como dice el refrán, obras son amores y no buenas razones, y el problema es que no se ha llevado a la práctica de forma palpable, a pesar de que, además de Torra, todos sus antecesores y numerosos consellers de los diversos gobiernos han afirmado apostar por ella en muchas ocasiones. La prueba del nueve de esta realidad es la evolución de la población catalana en la última década. Según los datos del Idescat, la provincia de Lleida ha perdido 8.000 habitantes entre 2010 y el pasado año, de 435.836 a 427.718. Tarragona también ha visto disminuir su población, pero en menor medida y partiendo de un número mucho más alto, de 800.212 a 797.128, mientras que Girona ha ganado 3.000 habitantes (de 744.485 a 747.157) y Barcelona, casi 100.000 (de 5,481 millones a 5,571). Así que al contrario de lo que manifiesta desear el President, la cabeza se hace cada vez más grande en relación con el resto del cuerpo, lo que evidencia que algo no se está haciendo bien. Es evidente que en las zonas más alejadas de Barcelona hay menos oportunidades para los jóvenes y que, en general, las condiciones de vida en ámbitos como el transporte, las infraestructuras viarias, la sanidad o las nuevas tecnologías son peores.

La clave para empezar a revertir esta tendencia es la acción de gobierno, no los discursos. Y esta acción debe plasmarse a través de un presupuesto, que el Govern sigue sin tramitar al no tener garantizada su aprobación en el Parlament. De esta manera, ha prorrogado el de 2018, que ya fue una prórroga del de 2017. Esto explica el enquistamiento de conflictos como la negativa de los bomberos profesionales a hacer horas extra, que comenzó en diciembre y que el sábado obligó a cerrar el parque de Cervera por falta de efectivos. El conseller de Interior, Miquel Buch, prometió ayer que la solución llegará con una nueva promoción de profesionales, lo que no será antes de un año. Y mientras, los bomberos rechazaron hace una semana un propuesta de mejora porque no hay una partida económica disponible.

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