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Ya se conocen la mayoría de los candidatos a las elecciones generales del 28 de abril y, si en algo están coincidiendo la práctica totalidad de las listas, es que la autoridad de los líderes no se discute y que sus criterios a la hora de confeccionar las candidaturas son indiscutibles e inamovibles. Son malos tiempos para la discrepancia y quien manda aparta a los críticos o a quienes se han alineado con sus adversarios y, aunque en el funcionamiento de los partidos españoles siempre se ha primado más la obediencia que la crítica, lo cierto es que en pocas ocasiones se había visto con tanta contundencia como los líderes están haciendo las candidaturas a su medida, al margen de posibles primarias o de las asambleas locales o autonómicas. En el PSOE, Pedro Sánchez ha sido implacable con las listas de Andalucía o Aragón, donde se habían colado candidatos más afines con sus respectivos “barones” Susana Díaz o Javier Lambán, y las ha depurado hasta el punto de que el 28-A no concurrirá ningún crítico, provocando que el PSOE andaluz muestre su descontento y que Susana Díaz advierta que “toma nota”. De forma parecida ha actuado Pablo Casado con las listas del PP, borrando cualquier rastro de quienes habían apoyado a Rajoy o a Soraya, que en algunos casos incluso han abandonado la política comentando que la depuración está siendo cruel. En Ciudadanos el proceso ha estado marcado por el “pucherazo” en las primarias de Castilla-León, pero también por el desembarco de afines a Rivera, que han desplazado a quienes hasta ahora habían representado al partido en las épocas más duras. Tampoco en Podemos se han librado del fenómeno con el enfrentamiento con Íñigo Errejón y sus fieles o los problemas de encaje en Barcelona, mientras que en el PDeCAT, que concurre con la marca Junts per Catalunya, quien ha marcado las directrices y elegido los candidatos es el mismo Puigdemont, al margen de primarias o de las decisiones de los órganos comarcales. En ERC, como es habitual, ha habido menos ruido, pero el desembarco de dirigentes que hasta ahora estaban en otros partidos como Elisenda Alamany o Joan Josep Nuet también han causado malestar entre la militancia. Es comprensible que cada dirigente quiera contar con fieles en su equipo, pero no es bueno que se penalice la discrepancia y se marginen a las minorías. Quien obtenga malos resultados el 28-A ya sabe también lo que le espera.

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