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EDITORIAL

Indignación y decepción en el Sobirà

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Hace días que todo el mundo intuía y temía que el Festival de Doctor Music tenía muy pocas posibilidades de volver a celebrarse este próximo mes de julio en Escalarre. La prepotencia de unos y la inacción de otros presagiaba este final decepcionante para el Pallars y Lleida en general. La promotora confirmó ayer a través de un comunicado que “debido a una exagerada interpretación normativa, de los riesgos teóricos de inundación en un valle que no se ha inundado nunca en verano (al menos desde que se conservan datos), lo que se traduce en unos niveles de exigencia muy por encima de lo habitual, nos vimos obligados a considerar ubicaciones alternativas para garantizar el cumplimiento de los numerosos compromisos artísticos adquiridos y a la vez satisfacer las expectativas creadas por los seguidores del festival.” Tiene razón la firma de Neo Sala en que nunca se ha inundado el valle y que la interpretación de los riesgos podían haber sido diferentes, pero no es menos cierto que hace dos años que su empresa sabe que la ley estatal de 2016 marca como zona anegable buena parte de las hectáreas del festival y que debía haberse asesorado sobre cómo evitar estos espacios y hacer compatible el festival y el cumplimiento de la ley. No es la primera vez que Doctor Music deja plantado al Pallars y sin duda su gran capacidad como promotor de contratación de artistas queda diezmada por estas veleidades. En cuanto a la Generalitat, es también responsable por ineficacia a la hora de ayudar a buscar alternativas factibles que compatibilizaran el cumplimiento de las normas de seguridad y el progreso de esta parte del Pirineo. La ley debe acatarse, por supuesto, pero del mismo modo que se ampliaron las zonas de riesgo para evitar tragedias como la de Biescas (87 muertos por una riada que sepultó un camping en Huesca) en estos 23 años la tecnología ha avanzado tanto que es materialmente imposible una riada en estos prados sin predicción o desalojo previo. Y lo peor de todo es que quien paga los platos rotos del inmovilismo de unos y otros es el territorio, La Guingueta (Escaló, Jou y Unarre) y todas Les Valls d’Àneu, que ven perder una gran oportunidad de negocio, promoción y proyección tras el adiós del festival de la vaca, por no hablar de las personas que ya tenían la entrada, que deberán cambiar un paisaje de ensueño por un circuito de motos y coches. Muy lamentable todo.

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