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Se entiende que desde la Generalitat quieran tranquilizar a los alcaldes del Pallars Sobirà después del fiasco del festival de Escalarre con promesas de estudios informativos para nuevos túneles, como el reiteradamente reclamado y prometido de la Bonaigua o el de Comiols, que difícilmente podrá realizar el actual Executiu, pero sus explicaciones sobre los informes negativos al festival pueden provocar aún más enfado entre alcaldes y habitantes del Pallars. El conseller Calvet se preguntó si podría haberse celebrado el festival y se contestó que sí, con adaptaciones por parte de la empresa promotora en la ubicación y las dimensiones del festival, con alguna innovación tecnológica para prevenir posibles riadas y lo que es más importante con flexibilización de criterios a la hora de autorizar el uso de suelo inundable. Por lo que respecta a la tecnología invocada, no estamos hablando de nada sofisticado, ni que fuera imposible de instalar en pocos días porque se refirió a un radar meteorológico y sensores en los ríos que den aviso en caso de crecidas, algo que ya funciona en otras cuencas como el Garona y que de forma menos sofisticada también se aplica en otros ríos, pero lo importante es que se flexibilizarán los criterios sobre el uso del suelo inundable, con lo cual quiere decir que hasta ahora han sido inflexibles al menos en el Pallars, y que se mostrarán más flexibles para emitir informes favorables para futuros eventos similares como planteaban los alcaldes de la comarca. Por lo visto, ya no es tan rotunda la aplicación de la normativa vigente y de la ley como se planteaba para justificar los informes negativos, ni tampoco estaba en juego la seguridad de los asistentes como esgrimió el director general de políticas de montaña y sin haber cambiado la ley, ni la norma, ahora sí se podría autorizar el evento, y de hecho se promete autorizarlo para nuevas ediciones, con adaptaciones del festival y la flexibilización de los usos. Sobre lo primero, quedan pocas dudas de que la promotora tampoco tuvo demasiado voluntad negociadora, ni de adaptación de las características del festival y hasta sorprende la celeridad con que promocionó el evento en los medios barceloneses apenas tres días después de confirmarse el traslado, pero por lo que respecta a la flexibilidad referida parece simple y llanamente cuestión de voluntad política, de que a Territorio no le gustaba nada un festival masivo en el corazón del Pirineo. Y ahora promete flexibilidad.

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