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Ha ganado el PSOE y los españoles han confiado a Pedro Sánchez la responsabilidad de dirigir el gobierno, pese a los exabruptos recibidos en campaña desde la derecha sobre su connivencia con quienes, en su opinión, quieren romper el país, y esto quiere decir que han apostado por quien defiende el diálogo y no la mano dura. Tendrá que decidir si continúa gobernando en solitario como lo ha hecho hasta ahora con 85 diputados, si busca alianzas variables o si prefiere a un socio estable, pero nadie podrá discutirle, como ha sucedido, legitimidad democrática para negociar, pactar o buscar soluciones. Algo que deberá valorar y tener en cuenta el independentismo catalán, porque también aquí ha ganado mayoritariamente la opción más pragmática, la de ERC, que ha sido más partidaria del diálogo que la posconvergencia dirigida por Puigdement desde Waterloo. Sería positivo para el país una apuesta por la estabilidad y por el diálogo para solucionar los problemas existentes. Pero más allá de las valoraciones postelectorales, los resultados muestran que hay una profunda división en el país entre derecha e izquierda y que las dos Españas siguen existiendo con apoyos en votos muy similares pese a que el Congreso y el Senado hayan girado a la izquierda. La suma de los votos del PSOE y de Podemos arrojan algo más de once millones de votos, una cifra prácticamente idéntica a la que suman los votantes de PP, Ciudadanos y Vox, pese a que la diferencia de escaños es de 165 frente a 147, a consecuencia de la división de la derecha y la aplicación de la regla proporcional, pero si la derecha se hubiera presentado unida, como ha hecho en Navarra, por ejemplo, el mapa cambiaría significativamente porque se hubieran impuesto en todas las autonomías salvo en Catalunya, País Vasco y Andalucía. Un detalle a tener en cuenta porque siguen existiendo las dos Españas que se van articulando en diferentes partidos, pero que se mantienen estables con pocos trasvases y una fidelidad destacable, que solo se ve alterada en el caso de la izquierda por la mayor incidencia de la abstención. Una división similar también puede leerse en Catalunya entre independentistas y constitucionalistas, con ERC y PSC encabezando cada bloque con un millón de votos y En Comú Podem en el fiel de la balanza y con cierta indefinición sobre la cuestión nacional. Y sería bueno que se tendieran puentes entre los dos bloques.

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