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EDITORIAL

Primero de Mayo en clave postelectoral

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CCOO y UGT pidieron ayer en Lleida, Barcelona y Madrid leer correctamente el resultado electoral y derogar de forma inmediata la reforma laboral, así como un Ejecutivo estable que pueda luchar contra la desigualdad. Para estas formaciones, la prioridad es acabar con las reformas laborales y de las pensiones. Tras las elecciones, los líderes sindicales advirtieron que no ven con buenos ojos que el PSOE juegue con mayorías variables, teniendo una mayoría de izquierdas, y aprovecharon para criticar a la patronal por sus posiciones sobre la formación del Gobierno –los empresarios el lunes pidieron un pacto entre PSOE y Ciudadanos, y el martes un gabinete monocolor–. “A la CEOE, le pedimos asumir su responsabilidad en el diálogo social y no ejercer como un lobby”. También recriminaron el papel de “grandes empresas, que ahora pretenden condicionar la formación del Gobierno”. Siguiendo en el terreno electoral, “los trabajadores han votado derogar la reforma laboral” y creen que ya no hay excusas para hacer efectiva su eliminación. Es lógico que UGT y CCOO quieran aprovechar la coyuntura del nuevo ejecutivo que saldrá del 28-A para mejorar situaciones de agravio que persisten en nuestra sociedad, donde un tanto por ciento muy elevado de personas que trabajan son pobres y no llegan a fin de mes. El papel de los representantes de los trabajadores es precisamente este, luchar para que los desequilibrios económicos entre los empleados no pongan en peligro la sociedad del bienestar. Un trabajo es un derecho constitucional, pero su remuneración y estabilidad es tan importante como el propio empleo. En los últimos tiempos, los grandes movimientos sociales surgidos de la crisis y de las reivindicaciones de los ciudadanos no han tenido a los sindicatos como protagonistas, ni el de los pensionistas, ni el de las mujeres, ni el de gremios como empleadas del hogar o de geriátricos. Los colectivos perjudicados por el sistema y la falta de empatía de los últimos gobiernos han tomado la palabra por ellos mismos, y estaría bien que los representantes sindicales modernizaran sus estructuras y su relación con el poder si quieren volver a liderar a los trabajadores. Lo peor de la crisis puede que haya pasado, pero su rastro ha dejado a miles de personas desamparadas. El progreso empresarial debe ir parejo al bienestar de los trabajadores y esta relación requiere de árbitros con personalidad.

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