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Una cuestión que habitualmente es de trámite, la designación de los senadores autonómicos o su posible sustitución, se ha convertido en una cuestión de Estado y en palabras de Pedro Sánchez de veto a la convivencia, cuando la propuesta era designar al primer secretario del PSC, Miquel Iceta, como senador autonómico para que en la nueva legislatura fuera el presidente del Senado. Desde las filas socialistas se presentaba la designación de Iceta como una apuesta por la conversión del Senado en una cámara más federal y también como un guiño a Catalunya porque sería el primer catalán en presidir la cámara alta, pese a que hubo una oferta anterior a Joan Rigol, que en aquella ocasión rechazó Jordi Pujol. La filtración de la noticia indignó tanto a la derecha centralista, que recordó las declaraciones de Iceta a favor de un indulto para los políticos presos o su opinión a favor de una consulta si hubiera una mayoría de catalanes que se pronunciaban a favor de la independencia, como a los independentistas catalanes que criticaban a Iceta su apoyo al artículo 155 y lamentaban que no se les hubiera reclamado su voto para la designación. Cabe aquí una primera consideración sobre si es importante o no que un catalán presida el Senado y mientras socialistas y comunes lo valoran positivamente, para JxCat o ERC es una cuestión intrascendente por más que en algún caso hayan reclamado contrapartidas como la visita a los presos o futuros pactos puntuales. La segunda consideración sería recordar el mecanismo de designación de senadores autonómicos que hasta ahora no había planteado ningún problema: cada partido designaba a los que le correspondían y se aprobaba al margen de posibles discrepancias sobre las personas elegidas. Ahora a los socialistas les corresponde sustituir a José Montilla y habían designado a Miquel Iceta, pero salvo cambios de última hora, los votos de JxCat, ERC y CUP bloquearán su elección por primera vez y los primeros se quejan de falta de cortesía parlamentaria y hasta amenazan con recurrir este veto al Tribunal Constitucional, que en su opinión rompe cualquier forma de diálogo. Es evidente que no estamos en tiempos de cortesías con políticos juzgados en el Supremo y que los socialistas han pecado de ingenuos al adelantar una elección sin tener garantizados los votos, pero también lo es que Iceta podría hacer una gran labor en el Senado en favor del diálogo.

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