SEGRE

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La brecha abierta en 1995 con la segregación de un centenar de parroquias aragonesas de la diócesis de Lleida sigue profundizándose con el insólito juicio celebrado ayer en Barbastro en el que un obispo, el de la diócesis de Barbastro-Monzón, demanda por la vía civil a otro, el de Lleida, para reclamar la entrega de 111 obras de arte procedentes de estas parroquias y que están en el Museu de Lleida, cuyo consorcio también ha sido demandado. Que un obispo demande a otro después de más de veinte años de litigios, de resoluciones vaticanas y de recursos en diversas instancias es todo un fracaso de quien provocó el conflicto y después ha sido incapaz de resolverlo, provocando enconamiento, el enrarecimiento de las relaciones entre las dos comunidades y una politización del conflicto que dinamitaron y frustraron, por intransigencia de las dos partes en momentos puntuales, los acuerdos que muy laboriosamente se habían alcanzado. No ha habido diálogo y la decisión del juzgado de Barbastro, sea cual fuere, tampoco resolverá el conflicto porque se ha llegado a tal situación que una de las dos partes se sentirá agraviada por la decisión sobre un patrimonio por el que hasta la segregación pocos se habían interesado. Y quienes lo hicieron, rescatándolo del olvido o la rapiña, comprándolo a las parroquias, restaurándolo y conservándolo, con el obispo Messeguer a la cabeza, son presentados ahora como expoliadores de las obras cuando si estamos discutiendo sobre ellas es precisamente por su labor. En este sentido, el obispado de Lleida aportó documentación sobre la compra o permuta de 83 de las 111 obras en litigio que ni fue atendida, ni valorada por las autoridades eclesiásticas que las recibieron y en todos los casos estamos hablando de un patrimonio que se trasladó desde las parroquias a la instancia superior a la que pertenecían, su obispado, donde podían ser conservadas con más seguridad y en mejores condiciones. Y como trasfondo de la cuestión queda la duda sobre quien ostenta la legítima propiedad del arte: los vecinos de las parroquias en cuestión, el obispado tradicional que las compró, restauró y conservó, o una diócesis de nueva creación, Barbastro-Monzón, que no tenía vinculación con los fieles y las parroquias. Y además en el caso de Lleida la titularidad la ostenta un consorcio público y no un obispo. En lo que sí tiene razón el titular de Lleida es que se abre una nueva vía y también será larga.

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