SEGRE

EDITORIAL

Despoblación y mala gestión forestal

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El gran incendio que ha asolado la Ribera d’Ebre y las zonas limítrofes del Segrià y Les Garrigues quedó ayer estabilizado, tras haber quemado cerca de 6.000 hectáreas. Vecinos de las poblaciones de Lleida más afectadas -Maials, Llardecans y Bovera- se quejan de la falta de presencia de los bomberos y de que las autoridades no les permitieron colaborar para intentar atajar el fuego, que en algunos casos arrasó parcial o totalmente los cultivos de olivos y frutales, que eran el medio de vida de sus propietarios. Lo cierto es que las condiciones en que los bomberos han tenido que afrontar este siniestro forestal han sido, más que difíciles, espantosas, en medio de una ola de calor sin precedentes a finales de junio, lo que también hacía aconsejable optar por la máxima prudencia a la hora de regular la intervención de las personas que se ofrecían como voluntarias. Ahora, además de hacer balance e intentar facilitar la máxima ayuda posible a los afectados, sería necesario que de una vez por todas la administración se planteara abordar una auténtica política de prevención. Y esto pasa, antes que nada, por adoptar medidas que comporten la mejora del mantenimiento de las zonas boscosas y los terrenos limítrofes. La despoblación rural no solo ha provocado el abandono de los bosques, sino de numerosas parcelas donde brotan matorrales y árboles y que están llenas de maleza, un combustible perfecto para cualquier incendio. Y lo mismo sucede en el interior de muchos bosques. La cultura urbana imperante hace que muchas personas vean con agrado que en una zona haya cada vez más árboles. Sin embargo, los expertos, entre ellos investigadores de la UdL, advierten de que la buena gestión forestal implica cortar árboles, para que los que queden sean más vigorosos y que entre ellos no haya otros débiles que compiten por sobrevivir en una situación de limitación de agua provocada por el clima mediterráneo y el cambio climático. Es un efecto más de la despoblación y de la perspectiva urbana con la que se aborda la gestión de las zonas rurales. En este sentido, no estaría de más preguntarse qué es mejor: las quemas controladas de márgenes de fincas y caminos que eran habituales hace varias décadas a finales del invierno o la acumulación de maleza y matorrales que hay ahora a causa de la despoblación y abandono del campo por un lado y de las prohibiciones cada vez más estrictas de la Generalitat por el otro.

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