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El presidente del Gobierno español en funciones, Pedro Sánchez, llegó casi una hora tarde al encuentro previsto con el rey Felipe VI en el palacio mallorquín de Marivent, todo un signo del retraso con el que, queriendo o no, está llevando el líder socialista las negociaciones para ser investido. El tiempo para evitar unas nuevas elecciones, que en nada favorecen ni a la economía ni a la política española, se agota, y el líder del PSOE sigue empeñado en hacer de la división virtud. División de la izquierda, enfrentamientos de la derecha, veto a los independentistas, todo un mar de confusiones que opina Sánchez o sus asesores que le favorecen de cara a una repetición electoral. Nadie puede predecir qué pasará pero, de momento, el presidente en funciones se está mostrando como un buen estratega político que ha sobrevivido a todas sus crisis, internas y externas, pero que da muestras también de ser un estadista timorato. Esperar que los principales problemas que tiene el estado, con Catalunya a la cabeza, se resuelvan por inacción, puede funcionar un tiempo, pero ningún problema se ha resuelto nunca solo. Ayer insistió en descartar un gobierno de coalición con Unidas Podemos y abogó por “explorar” distintas “fórmulas” que permitan el cumplimiento del mandato electoral del 28-A que, a su juicio, es la formación de “un gobierno progresista que no dependa de los independentistas”. Así, Sánchez mantuvo su postura sobre la investidura. Aseguró que coincide con Felipe VI en que la mayoría de españoles no quiere nuevas elecciones, de manera que, de nuevo, apeló a la “responsabilidad” del resto de formaciones políticas para evitar comicios. Sobre el pacto con Podemos, Sánchez tiene claro que la confianza se ha roto desde que el 25 de julio el partido de Pablo Iglesias decidió no investirle como presidente. “Iglesias siempre esgrime una supuesta desconfianza con el PSOE. Hay que decir que la desconfianza continúa y es recíproca.” En definitiva, nada nuevo. Es de esperar que en los próximos días se retomen las negociaciones con los líderes de los partidos políticos, pero dadas las líneas rojas que todos tienen, es poco probable que haya acuerdo, lo que nos llevaría a unos nuevos y vergonzosos comicios, que demostrarían la poca talla de muchos de nuestros representantes públicos.

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