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Los atentados de Barcelona y de Cambrils del 17 de agosto de 2017 de los que hoy se cumplen dos años, se precipitaron después de que un día antes una enorme deflagración hizo volar por los aires un chalet de la localidad de Alcanar (Tarragona) en la que murieron dos de la decena de terroristas de la célula yihadista, uno de ellos su cabecilla, el imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty. La que se denominó más tarde como célula de Alcanar, formada por una decena de terroristas yihadistas, quería causar una masacre mayor a los atentados de París de 2015, donde fueron asesinadas un total de 130 personas. Sin embargo, al perder la inmensa mayoría de su infraestructura para cometer los atentados que tenían previstos, los terroristas supervivientes optaron por improvisar. Así, un día más tarde uno de los criminales, Younes Abou, de 22 años, causó una masacre, asesinando a 14 personas en las Rambles con una furgoneta, otra en Sant Just y acabó abatido 4 días después. Apenas unas horas más tarde, el pánico se trasladó por la noche a Cambrils. Allí cinco miembros de la misma célula terrorista buscaron causar el mayor daño posible, pertrechados con cuchillos, un hacha y cinturones de explosivos que resultaron ser falsos. La rápida actuación de los Mossos d’Esquadra evitó un mal mayor y mataron a los cinco asaltantes, pero a uno de ellos le dio tiempo a apuñalar de muerte a una mujer y a herir a otras seis personas más. A continuación, el silencio, el dolor, la rabia y muchas preguntas todavía hoy por responder. Unas, relacionadas con el imán de Ripoll, confidente del Centro Nacional de Inteligencia Español (CNI); otras, de la falta de cooperación entre los distintos cuerpos policiales del Estado y la policía catalana y una de fundamental también, el control del yihadismo que se hacía en ese momento y, por supuesto, que se hace en la actualidad. Después de la tragedia todo el mundo analiza, debate y propone cuestiones básicas para evitar que el radicalismo islámico pueda sectarizar a los jóvenes, sean recién llegados o unos catalanes más, pero con el paso del tiempo otros acontecimientos copan la agenda y tendemos a relajarnos. El segundo aniversario del drama vivido en Catalunya es un buen momento, como pedía en la edición de ayer de SEGRE el padre de una de las víctimas, para que se aclaren los interrogantes. Sin dar por hecho conspiraciones pero también sin oscurantismos: solo la verdad.

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