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EDITORIAL

A la espera de la sentencia y del diálogo

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Un 80% de los españoles empieza el curso político con una impresión muy pesimista sobre el futuro del Estado, once puntos más acusada que en septiembre del año pasado. El 85% cree probable que la economía mundial, y con ella la española, sufran una recaída en los próximos meses y el mismo porcentaje teme que España no esté preparada para afrontar esa recaída. Por su parte, el PSOE y Podemos no llegan a un acuerdo para un gobierno de izquierdas y el bloqueo político en el que está instalado el Ejecutivo desde el 2015 lleva camino de seguir unos meses más. Nada hace prever que Pedro Sánchez o Pablo Iglesias vayan a renunciar a sus posiciones y, por tanto, seremos de nuevo llamados a las urnas el 10 de noviembre, si no existe un giro copernicano in extremis. Mientras asistimos a este nuevo fracaso de la política y la ciudadanía observa atónita cómo Europa hace aguas en el Mediterráneo y el Brexit de la Gran Bretaña debilita el viejo continente, centenares de miles de catalanes volvieron a salir ayer tozudamente a la calle para exigir la libertad de los presos independentistas y unidad de acción para lograr una solución al conflicto catalán.

Es cierto que el independentismo está dividido entre los que apuestan decididamente por la vía unilateral y los que prefieren ampliar la base para negociar con más fuerza con el Estado y lograr el respaldo internacional que hasta ahora no ha tenido. Es verdad que hay decepción y cansancio en muchos sectores del soberanismo al ver que las multitudinarias manifestaciones y el referéndum del 1 de octubre del 2017 solo han servido para llevar a nueve personas a la cárcel, otras al extranjero y a la aplicación del artículo 155, que ni ha servido para aplacar el independentismo como se buscaba desde Madrid ni ha reconducido el problema político, que se mantiene a la espera de una sentencia inminente. Pero igual de verídico es que quienes defendieron las urnas del 1 de octubre y que perseveran en su exigencia de más soberanía, como se vio ayer en las calles de Barcelona, no retroceden en su voluntad de ser y esta determinación requiere, por parte del Estado y de los partidos de ámbito español, alguna oferta sobre la que iniciar un diálogo, más urgente que nunca y tan necesario como siempre.

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