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Marc Màrquez hizo ayer de nuevo historia al ganar su octavo Mundial de motociclismo, el sexto en MotoGP. Con solo 26 años de edad, es el piloto más joven de la historia en lograr ambos registros. No hay duda de que el de Cervera ya está en el Olimpo de los mejores pilotos de todos los tiempos. Que gane o suba al podio en cada carrera se ha convertido en totalmente normal, tanto que en este año se ha impuesto en 9 de las 15 disputadas hasta ahora y ha sido segundo en otras cinco. No solo es uno de los mejores pilotos de siempre, sino uno de los mejores deportistas de la historia de Catalunya y España. En los últimos meses, Rafa Nadal ha concitado múltiples alabanzas tras haber ganado de nuevo los torneos de Roland Garros y el US Open, que lo han situado a un paso de alcanzar a Federer como el tenista con más títulos de Grand Slam, y ha sido presentado como un ejemplo para todos, ya que a su talento une un gran espíritu de sacrificio para superar las adversidades en forma de lesiones. Pues bien, no resulta nada exagerado decir que Màrquez está como mínimo a su altura. Porque tener talento y una buena moto no garantizan los triunfos, y menos en la categoría reina. Hay que estar permanentemente al 100% para desarrollar la moto a lo largo de toda la temporada, para preparar de la mejor forma posible cada Gran Premio en los entrenamientos previos y conseguir una buena posición en la parrilla de salida y, por último, dar lo mejor de sí en la carrera del domingo. Todo esto en un deporte donde el más mínimo fallo comporta jugarse literalmente el físico. El de Cervera lleva ya una década en la élite mundial, desde que en 2010 consiguió su primer campeonato mundial en la antigua categoría de 125 cc (actual Moto3). Un año después, ya en Moto2, supo sobreponerse a una brutal caída, que puso en riesgo su carrera al ocasionarle problemas de visión, para ganar posteriormente el Mundial en 2012. Y, en 2013, se convirtió en el primer debutante que ganaba el título en MotoGP. Desde entonces, ha ganado el campeonato todas las temporadas, salvo en 2015. Un palmarés que ya es legendario y que tiene visos de ir creciendo hasta convertirse en el mejor de siempre. Y lo mejor es que, a pesar de los triunfos, de la fama y el dinero, Marc sigue siendo el mismo de siempre, fiel a su familia, a los miembros de su equipo y a los vecinos de Cervera. A todos ellos dedicó ayer su octavo Mundial.

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