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Ya hemos comprobado en múltiples conflictos que la política internacional a veces no obedece ni a razones, ni a sentimientos y que puede ser cruel con las minorías. No hay más que preguntárselo a los kurdos, que no han conseguido su reconocimiento territorial e históricamente han padecido la persecución de los países en los que se asienta su población, desde Turquía hasta Irán pasando por Siria e Irak. En el conflicto actual contra el Estado Islámico, las guerrillas kurdas han sido la punta de lanza y han combatido al lado de las tropas americanas con eficacia hasta controlar a los yihadistas, pero Trump ha considerado de forma unilateral que su misión había acabado y ha decidido retirar las tropas. La primera consecuencia es que Erdogan ha aprovechado la coyuntura para invadir el territorio kurdo con la excusa de perseguir el terrorismo y abriendo un melón de imprevisibles consecuencias porque crea un nuevo conflicto en una zona convulsa, continúa el genocidio de los kurdos y multiplicará el número de refugiados, da aire al Estado Islámico, que se libra de su principal enemigo, y puede empujar a las milicias kurdas a aliarse con las tropas sirias de Assad, que también les ha perseguido, pero que es enemigo acérrimo de Turquía. Trump se ha conformado con criticar la operación de Erdogan y calificarla como mala idea, mientras la Unión Europea, tal vez avergonzada por la nueva traición a los kurdos, exigió a Ankara que diera marcha atrás en su invasión pero hasta esta tibia respuesta ha provocado la indignación de Erdogan, que ayer amenazó con abrir el paso a 3,6 millones de refugiados hacia Europa si se mantienen las críticas. Todo un chantaje mientras llegan noticias de los primeros enfrentamientos entre turcos y kurdos con víctimas entre la población civil, que desmienten la supuesta operación selectiva de Erdogan, que se aprovecha de la situación estratégica de su país y de la falta de políticas europeas para la inmigración. Hasta ahora, la fórmula era pagar a Turquia para que retuviera a los refugiados y mirar hacia otro lado ante las evidentes carencias democráticas del régimen de Erdogan, que disfruta de un trato de favor de Estados Unidos, que necesita un aliado en la entrada al Próximo Oriente, y también de Europa, que también le concede un trato preferente. Ahora, ataca a los kurdos, amenaza con abrir la puerta a los refugiados y todo apunta a que Europa protestará pero sin pasarse.

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