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El independentismo volvió a demostrar ayer su fuerza con una multitudinaria manifestación, en unos días de movilización permanente tras la sentencia del procés, que condenó a casi 100 años de cárcel a los nueve principales procesados por el 1-O. Tanto da si eran 350.000 como cifró la Guardia Urbana o más del doble como calcularon los organizadores, la exhibición tenaz y persistente del independentismo catalán es incontestable. Una mayoría parlamentaria y municipal, 814 alcaldes de los 947 de Catalunya, asistieron ayer al acto de la Generalitat, y al menos el 48% de los ciudadanos de este país llevan años reclamando poder decidir en las urnas y democráticamente su futuro y esta demanda solo puede resolverse políticamente. Además de los centenares de miles de catalanes que llenaron la calle Marina de Barcelona, con 400 autocares llegados de todas las comarcas (50 de ellos de Lleida), fueron 550 las entidades que se unieron al lema principal de la marcha: “Libertad.” Entre ellos el sindicato UGT, destacados miembros de CCOO, que pese a no secundar el acto dio libertad a sus afiliados para asistir, así como dirigentes de los comunes, aunque entre ellos no estaba la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. La cárcel preventiva y las largas condenas sentenciadas por el Supremo en ningún caso han servido para rebajar la tensión, bien al contrario, han aumentado el descontento de esta parte de catalanes que se sienten maltratados por las estructuras del estado. La proximidad de las elecciones generales del 10 de noviembre lastran hoy por hoy la capacidad de diálogo de la máxima autoridad del Gobierno español, el presidente ahora en funciones Pedro Sánchez, y del resto del arco parlamentario, pero la apertura de una mesa de diálogo no puede esperar más porque cada día que pasa se pierde la oportunidad de volver a la normalidad social y política que todo país necesita. Alargar la crispación perjudica la economía, la imagen de Catalunya, España y a todos los ciudadanos, piensen lo que piensen o voten lo que voten. Lástima que esta pacífica y reivindicativa manifestación tuvo por la noche otro triste final por los disturbios causados en el enfrentamiento entre un grupo de personas concentradas en la Via Laietana y las fuerzas de orden público. Cómo bien definió el alcalde de Lleida, Miquel Pueyo, no se puede perder de noche lo que se gana durante el día.

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