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Las formaciones partidarias de la unidad de España, PSC-PSOE, PP y Cs, acudieron ayer a la llamada de Sociedad Civil Catalana para manifestarse por las calles de Barcelona en contra del proceso independentista y reclamando “concordia y democracia”. Unas 80.000 personas, según la Guardia Urbana, y muchos más según los organizadores gritaron vivas a Catalunya y España y se desplazaron hasta Via Laietana para vitorear a las fuerzas de seguridad del Estado. Setenta entidades constitucionalistas apoyaron también la concentración, que se desarrolló sin incidentes. Pese a que no se quería politizar el acto, en segunda fila estaban los líderes de PP y Ciutadans, Pablo Casado y Albert Rivera, y más atrás dos ministros del gobierno socialista en funciones, José Luis Ábalos y Josep Borrell, y el líder del PSC, Miquel Iceta. También asistió el candidato de Vox por Barcelona. Al igual que los manifestantes soberanistas del sábado, los miles de catalanes que acudieron este domingo a la marcha tienen todo el derecho del mundo a expresar públicamente su ideología y la forma o manera en que sienten su catalanidad y la relación que quieren mantener con el estado español. El problema está en que hay otra gran parte de catalanes que quieren todo lo contrario, con lo cual la única manera que existe de deshacer este nudo gordiano en el que estamos es política y democracia. Política, para llegar a acuerdos que, sin vencedores ni vencidos, permita desjudicializar el procés y llevarlo al terreno de la negociación y democracia, porque votar es la única manera de contar fiel y verídicamente cuánto suman cada bando. Intolerable Las declaraciones del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, a un periódico asegurando que la violencia en Catalunya tras conocerse la sentencia del procés ha sido de mayor impacto que la del País Vasco no son solo una tremenda mentira, sino una irresponsabilidad impropia de un jurista y ministro representante del Estado. Nadie puede aplaudir los disturbios ni la quema de contenedores, pero compararlos con los 829 muertos de ETA es una auténtica barbaridad.

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