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Atrás quedaron las encuestas, las polémicas, los patinazos, las declaraciones incendiarias... “Todo pasa y todo queda”, como en el verso de Antonio Machado. Hoy es el día de la verdad. Las urnas estarán vacías cuando abran los colegios electorales a las nueve de la mañana y 314.421 leridanos tendrán la última palabra para elegir a cuatro de los 350 diputados del Congreso y cuatro de los 208 senadores que configuran las Cortes españolas. Decíamos ayer que había sido una campaña atípica y está por ver si el cansancio del electorado pasará factura en forma de abstención, teniendo en cuenta que serán las cuartas elecciones generales en solo cuatro años. En diciembre de 2015, Mariano Rajoy no logró formar Gobierno pese a ganar los comicios y tuvo que ir a lo que entonces se calificó de “histórica segunda vuelta”. Nuevas elecciones en junio de 2016 y casi idéntico resultado. El PP subió un poco (pasó de 123 a 137 escaños) y el PSOE bajó ligeramente (de 90 a 85 diputados). Muy lejos quedaban los 175 necesarios para lograr la mayoría absoluta. Rajoy logró formar Gobierno, pero tan in extremis que, por primera vez, prosperó una moción de censura que el 1 de junio de 2018 convirtió al socialista Pedro Sánchez en presidente contra pronóstico. Y de nuevo a pasar por las urnas. El pasado 28 de abril el triunfo fue para el PSOE, aunque se quedó con 123 diputados y fue incapaz de formar Gobierno. Entre tanto, se celebró el juicio contra los nueve líderes independentistas, que llevan más de dos años en prisión por el 1-O y llegó la sentencia, que los condenaba a un siglo de cárcel. Catalunya ha sido la gran protagonista de una campaña electoral en la que se ha normalizado la presencia de la ultraderecha de Vox. Así las cosas, y con las encuestas augurando unos resultados que, de nuevo, estarán muy atomizados, es una incógnita saber si uno de los dos grandes partidos estatales logrará sumar. Mientras, Tsunami Democràtic convirtió la jornada de reflexión de ayer en una oleada de movilizaciones, aunque esta situación ya se vivió en la campaña de las municipales de mayo de 2011, cuando el movimiento 15-M ocupó las plazas de todo el Estado en protesta por el bipartidismo y contra una política que, según denunciaba, estaba manejada desde los poderes económicos. Ante este panorama incierto hoy, más que nunca, cada voto cuenta. Literalmente.

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