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Después de la sesión de investidura más crispada de la historia, Pedro Sánchez se ha convertido en el presidente elegido por un margen más estrecho, apenas dos votos, y probablemente con los apoyos más frágiles, que auguran una legislatura en el alambre con una negociación permanente para mantener los respaldos que consiguió ayer y que van desde la izquierda de Podemos y Más País al nacionalismo vasco o gallego, pasando por Teruel y con la abstención crítica de ERC y Bildu. Mucho equilibrio hará falta para agotar la legislatura, pero por primera vez en la reciente democracia tendremos un gobierno de coalición y nadie, por mucho que griten sus opositores, puede cuestionar la legitimidad de Pedro Sánchez, que fue el candidato más votado en las elecciones, el que recibió el encargo del rey al que ayer se aferraban desde la derecha y el que consiguió en la segunda votación más votos a favor que en contra pese a la indecente presión ejercida sobre algunos diputados para que cambiaran el sentido de su voto e impidieran la investidura. Lo más positivo es que por fin se acaba la provisionalidad en que hemos estado viviendo el último año desde que el bloqueo de los presupuestos provocara el adelanto electoral sin que ningún candidato consiguiera los apoyos necesarios para la investidura tras las primeras elecciones. El bloqueo duraba demasiado y hace falta un gobierno que no esté en funciones y que tome decisiones y la única posibilidad aritmética y política era esta coalición de izquierdas. Desde el punto de vista catalán, el debate de investidura ha mostrado que hay un conflicto político y que la derecha, que ha entrado en una triste carrera para ver quien es más ultramontana, no tiene ni fórmulas ni voluntad de solucionarlo. Su única receta es mano dura y más 155, sin entender que esto agravaría el problema y ha quedado claro que si alguien puede afrontarlo es la izquierda. Nadie sabe si podrá resolverlo, pero al menos tiene la voluntad de hacerlo, se ha comprometido a dialogar, a consultar a los ciudadanos y a negociar fórmulas de entendimiento. A la vista de la reacción de la derecha, e incluso de algunos barones socialistas, no lo tendrá fácil ni en Madrid, ni tampoco en Catalunya, donde solo ERC ha tendido la mano, pero hay que dar una oportunidad a este nuevo gobierno, dejarle trabajar y confiar en que avancemos hacia el entendimiento y no hacia la crispación y el enfrentamiento.

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