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Un estudio elaborado por ocho profesores de la facultad de Enfermería de la UdL constata la lamentable situación laboral que sufren los trabajadores y, especialmente, las trabajadoras, ya que son la gran mayoría, de las residencias de la tercera edad; precariedad que, a su vez, repercute en la atención a los usuarios de estos centros. Salarios que, en el caso de los auxiliares, ni llegan a mileuristas, temporalidad que afecta directamente a la situación emocional de los mayores y riesgos para la salud de los trabajadores, que en la mayoría de casos tienen que desempeñar ocupaciones que lejos están de lo que determina su contrato. Y es que sus tareas van desde la atención a la salud de los usuarios (en demasiadas ocasiones, un número de personas inasumible y adquiriendo responsabilidades más propias de enfermeras), el cuidado de su higiene personal o la organización de actividades motrices y lúdicas, hasta la limpieza de las zonas donde llevan a cabo las actividades. Estamos hablando de personal que, al igual que los profesores y profesoras de colegios, trabaja con “material sensible”, cuidando a unas personas que han contribuido al avance de la sociedad y que merecen un retorno a los esfuerzos realizados a lo largo de su vida y en unas épocas con muchas más dificultades de las que podemos padecer ahora. Como decía una de las autoras del estudio, Montserrat Gea, la solución para mejorar las condiciones tanto del personal laboral como de los internos pasa por aumentar el presupuesto destinado a este sector, teniendo en cuenta que cada vez va a ser más necesario e indispensable a tenor de la ampliación paulatina de la esperanza de vida y los cambios de hábitos.

Porque la actual sociedad en nada se parece a la de unas décadas atrás, cuando la mujer no se había incorporado masivamente al mundo laboral y una de sus tareas históricas era tener a su cuidado a los mayores del hogar. Por suerte, la situación de las mujeres ha cambiado, aunque parece que el esfuerzo que requiere la atención correcta a los mayores no va a la velocidad que reclaman los tiempos actuales. Las administraciones deben redoblar los esfuerzos para cuidar a los cuidadores porque, si no gozan de una estabilidad laboral y emocional, difícilmente podrán ejercer de la forma adecuada una profesión tan necesaria.

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