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El Parlament de Catalunya vivió ayer una jornada insólita en la que subió considerablemente el nivel político con respecto a la penosa sesión que se vivió el lunes, con la comparecencia del ex-vicepresidente Junqueras y cinco ex-consellers que acudieron, desde las prisiones en las que cumplen condena, a la sede parlamentaria para declarar en la denominada comisión de investigación del artículo 155. Evidentemente, no se trataba de investigar, ni de aclarar las posibles causas que llevaron a la aplicación de este artículo, y mucho menos como pidieron los portavoces de Cs, con acritud, y de Catalunya en Comú, con cierta cordialidad, algún tipo de autocrítica por lo sucedido, sino de recibir en primer lugar el homenaje de sus correligionarios, también denunciar el abuso que desde su punto de vista representó la aplicación de este artículo y, con diversos matices, insistir en que no se arrepentían ni un ápice de su actuación y que evidentemente volverían a hacerlo. Era lo previsto y es comprensible que así fuera, pero la comparecencia de los dirigentes del Procés tuvo dos mensajes rotundos especialmente significativos en los momentos que está viviendo el país: diálogo y unidad, en los que coincidieron tanto los militantes de ERC como los de JxCat. Especialmente rotundo en la reivindicación de diálogo fue el ex-vicepresidente Junqueras, que llegó a afirmar que “me muero de ganas de hablar con todos”, asegurando que el diálogo no estará condicionado por el hecho de estar en la cárcel y defendiendo a ultranza la negociación de sus compañeros con el gobierno central porque “la mesa de diálogo es un paso adelante porque es la primera vez que se reconoce la existencia de un conflicto político”. Igual de contundentes estuvieron los ex-consellers al defender la unidad de los partidos independentistas después de la ruptura del lunes, pidiendo Forn que se abandonen los partidismos, Turull que aparquen unos y otros el orgullo y que no den por muerta la legislatura y, finalmente, Bassa, quien pidió no desfallecer y “no caer en batallas y peleas de postureo”. Los mensajes fueron claros y contundentes y ayer al menos no hubo diferencias entre JxCat y ERC, ni en el recibimiento a los presos, ni en sus abrazos a los presidentes de la Generalitat y el Parlament, que les recibieron y les despidieron. Las palabras y los gestos apuntaban hacia el diálogo y la unidad, pero habrá que ver si el mensaje ha calado en la política diaria.

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