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Lleida se mantiene líder en producción de porcino en el Estado, con una cabaña de 4.538.578 animales en 2019. Si de esta cifra restamos los lechones de menos de 20 kilos, las cerdas madres y los machos para reproducción, estamos hablando de 2.651.428. Teniendo en cuenta que por cada plaza de engorde salen al mercado anualmente del orden de 2,2 cerdos, la producción anual de Ponent supera los 5,8 millones. La demarcación representa prácticamente el 15% del censo de toda España, con Huesca en segunda posición. Estas cifras las podemos traducir en volumen económico de negocio, con unos 886 millones de euros en 2018, el 57% del total de Catalunya de este sector. El año pasado, para el que no existen aún datos oficiales de renta y producción agrarias, será claramente mejor, lo que previsiblemente le situará a niveles del turismo, con mil millones de euros. El 2019 cerró con unos resultados históricos para el sector porcino y este ejercicio ha arrancado también sin síntomas de debilidad. Agricultura estima que el mes pasado los márgenes para la producción alcanzaron los 33 céntimos de euro por kilo. Hablamos de un precio de venta neto de 1,40 euros el kilo, mientras que los costes de producción se mantienen contenidos, gracias, entre otros factores, a los piensos, en 1,07 euros. Estas son cifras mensuales, pero si miramos resultados interanuales, de los últimos doce meses, el resultado se mantiene en niveles que hace aún poco tiempo nadie se aventuraba a augurar con 27 céntimos por kilo. Es evidente que estamos hablando de un período excepcional por las ventas al gigante asiático por la PPA y que tarde o temprano se enfriará el mercado, pero Lleida tiene en este sector un potencial incalculable que debe cuidar y sostener como base fundamental de su sector primario y económico. Pero estos árboles no nos han de impedir ver el bosque, con problemas sobre la mesa que podrían provocar una burbuja similar a la que padeció el sector inmobiliario con la crisis que arrancó en 2008. La peste porcina africana acecha y toda precaución es poca, sin olvidar los purines y su eliminación todavía no resuelta y la competencia de la carne artificial, que ya está en el mercado. Por tanto, la cautela debe imperar en el sector, que ha de prepararse para el futuro con innovación en la agroalimentación y, por supuesto, mejorar los precios a los integrados que forman parte del primer eslabón del sector.

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