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Hace nueve años la Unió Esportiva Lleida entró en un procedimiento concursal, después vino el proceso de liquidación y acabó desapareciendo por deudas, que se cifraron en 28 millones de euros, con Hacienda y la Seguridad Social como principales acreedores. Su plaza la ocupó el Lleida Esportiu, que se enfrenta ahora a problemas similares con una doble querella de la fiscalía admitida a trámite por el juzgado de instrucción número dos por presuntos fraudes a Hacienda y la Seguridad Social, que se añaden a otro embargo decretado por la misma administración tributaria en 2018 por el impago de casi un millón de euros. Este embargo provocó que el club se quedara sin ingresar las subvenciones de la Paeria de los dos últimos años, tampoco pudo ingresar la ayuda de la Diputación por la misma razón y también porque no había justificado alguno de los gastos y finalmente hasta la Federación Española de Fútbol congeló las ayudas que le correspondían al club hasta que aclarara su situación con la Agencia Tributaria y la Seguridad Social. Paralelamente, ha habido denuncias de exjugadores ante su sindicato, la AFE, que le han impedido fichar en el mercado de invierno y que de no saldarse podría provocar su descenso inmediato. A este rosario de problemas hay que añadir una gestión opaca y poco transparente, personalizada en los hermanos Esteve como propietarios del club, que no se han preocupado por la ampliación de la masa social o por su imbricación con la sociedad leridana. El resultado es que uno de los clubs representativos de la ciudad está en peligro y puede repetirse la historia.

La calidad no se cuestiona

La consellera de Agricultura se vio obligada a matizar sus críticas a la calidad de la fruta de Lleida, después de que se quejara el miércoles de que no tenía gusto, aclarando que se refería a que el productor puede verse obligado a vender fruta verde y que el problema lo genera las empresas que reclaman estas entregas. Se explicó mal en un momento delicado y en el peor entorno, pero como le recuerda el sector, la calidad de la fruta de Lleida es incuestionable. Y la consellera debería saberlo.

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