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Era previsible que el de marzo sería un mes malo para el empleo, pero la realidad ha superado las previsiones y el batacazo ha sido histórico, con 300.000 nuevos parados que elevan la cifra de desempleados hasta los 3,5 millones, con un incremento del 9,3 por ciento, y lo que es peor, la destrucción de 833.979 empleos, según los datos de afiliación a la Seguridad Social. En toda la historia no se habían registrado datos tan negativos superando ampliamente el mes de enero de 2009, en que se registraron 200.000 parados menos y refleja el impacto que ha tenido en el mercado laboral la pandemia del coronavirus. Siendo realistas, hay que advertir que es solo un reflejo parcial porque el estado de alarma se decretó a mitad de mes, el día 14, y que el impacto en el empleo se produjo básicamente en estos últimos quince días, y que además no se computan en la estadística los trabajadores afectados por los expedientes de regulación temporal de empleo, que ya suman 1,6 millones en el conjunto del Estado, por interpretar que estos expedientes, aunque sean del cien por cien de la actividad, no son computables como paro porque tienen carácter temporal. En Lleida, por la estructura de su economía y el peso del sector agrario, el impacto ha sido menor, con 801 nuevos desempleados, un aumento del 3,67 por ciento, pero lo peor, en términos laborales, está por venir porque todos los expertos auguran que abril se agravará para el empleo, aunque vayamos mejorando la situación sanitaria. La razón es que en este mes que hemos entrado se creaban alrededor de dos millones de empleos temporales por el turismo generado por la Semana Santa que este año serán inexistentes con toda seguridad porque las posibles vacaciones o el tradicional puente se han perdido, y precisamente es el sector de la hostelería y las actividades de ocio el que registra mayor incremento de desempleados ya en marzo. Para hacerse una idea del socavón provocado basta señalar que en 15 días se han destruido tantos empleos como en el primer trimestre de 2009, con el agravante de que ahora no sabemos cuánto se prolongará la situación y hasta dónde llegará la caída, y que además ya llevamos más de diez mil muertos. No hay duda que nuestra generación no ha vivido una situación tan dramática como esta, que obligará a sacrificios y que debería generar en nuestros gobernantes espíritu de consenso y de remar todos en la misma dirección para salir a flote.

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