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No hubo actos multitudinarios, ni tampoco se abarrotaron las calles porque la ciudadanía es respetuosa con el confinamiento, pero la tradición de la Diada de Sant Jordi es tan fuerte y está tan consolidada que la gente lo celebró en casa o a través de las redes, desde los balcones con imaginación y sobre todo con ganas de superar esta situación que sanitariamente nos tiene en vilo y socialmente nos tiene confinados, pero no aislados. Hubo rosas y libros, menos que otros años, con reparto virtual en la mayoría de los casos y con el recuerdo a quienes luchan contra la pandemia en primera fila, en los centros hospitalarios o en las residencias, que aunque no recibieran físicamente la rosa están en el corazón de toda la sociedad, que tiene una deuda de gratitud con ellos. Y la gente aprovechó la Diada para mostrar su solidaridad, su empatía con el vecino de balcón o de escalera con quien comparte ahora los aplausos de las ocho de la tarde y las posibles iniciativas de ocio, aunque guardando las distancias, y sobre todo mostró las ganas de vivir, de volver a disfrutar de la compañía de familiares y amigos, de salir a la calle o a los bares, de hacer deporte, de viajar, de tantas cosas a las que durante la normalidad no les dábamos la menor importancia por ser las habituales y que ahora añoramos y nos parecen fundamentales. Como dice la propaganda oficial, no hay duda que saldremos adelante y lo superaremos, con dificultades y dejando vidas por el camino, pero todo tiene que servir para fortalecernos como sociedad, para potenciar la solidaridad y para que salga lo mejor de cada uno pensando siempre que cada día puede ser Sant Jordi y que habrá muchas Diadas que celebrar.

Que sirva también este espíritu para reforzar y apoyar al mundo de la cultura, que festejaba el Día del Libro y que este año no ha podido contar con los autores firmando libros ante colas de lectores porque todo ha sido virtual. Pero seguimos teniendo la oportunidad de disfrutar de la lectura, de los libros que teníamos aparcados o que nos habían recomendado, a los que ahora podemos acceder en este confinamiento obligado que podemos convertir en una oportunidad para la lectura. Porque ciertamente, las administraciones tienen que ayudar al mundo cultural, pero también los ciudadanos tenemos que aportar nuestro grano de arena.

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