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Después de seis semanas de confinamiento, el equivalente a tres periodos de incubación del coronavirus, la situación sanitaria parece bien encarrilada con más altas que contagios, cifras de muertos por debajo de 300 y con hospitales y UCI a buen funcionamiento sin haber llegado al colapso que algunos habían anunciado. Estamos en el buen camino y en consecuencia es normal que se empiece a planificar el desconfinamiento, que, como es lógico, ha empezado por los menores, con la primera salida el domingo, que para la Generalitat fue un descontrol sin que el ministerio del Interior detectara incumplimientos generalizados. Aunque no se pongan de acuerdo ni en esto, parece que, dentro de un civismo general que ha imperado en todo el proceso, hubo excepciones que habrá que vigilar y que fundamentalmente se producen en las grandes ciudades, donde por la densidad de población es más fácil que haya masificación, tanto en el transporte público como en los centros de trabajo, y evidentemente en los parques infantiles. Del cumplimiento de las normas como el distanciamiento, el uso de mascarillas y guantes y evitar las concentraciones dependerá que no haya rebrote de casos y que se pueda continuar con la desescalada, pero de la misma forma que no se viven los mismos problemas en las grandes ciudades que en el ámbito rural, también habría que plantear que el proceso se adaptara a cada circunstancia y que se valorara tanto la incidencia de la pandemia en cada zona como los riesgos de nuevos contagios, y tal como plantean algunas autonomías, no se deberían aplicar idénticos criterios a toda España, ni tampoco a toda Catalunya. En Lleida, por ejemplo, tenemos más de 75 municipios que están libres de coronavirus y que han demostrado capacidad de organización para prevenir contagios y que no deberían seguir el mismo ritmo de desconfinamiento que las barriadas de la zona metropolitana, donde en un bloque se concentra la misma población que en uno de nuestros pueblos y sin las zonas verdes de las que podemos disfrutar aquí. Y lo mismo que decimos sobre las salidas de los menores, que puede extenderse a los mayores, tendría que aplicarse a algunas actividades económicas que guarden las normas sanitarias y no presenten riesgos con una planificación que contemplara una paulatina vuelta a la normalidad, empezando por las zonas que hasta ahora han estado libres de virus.

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