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Sánchez ha presentado su plan para salir del confinamiento, que como era de prever no ha convencido ni a los partidos de oposición ni a las autonomías de diferente color político, pero que al menos ya es una hoja de ruta para volver a una relativa normalidad a la que también pone fecha: mediados de junio. De entrada, el modelo parece confuso y no despeja todas las incertidumbres, especialmente económicas y de relaciones sociales, porque todavía hay cuestiones a concretar y se aplicarán criterios permanentemente revisables en función de cómo se avance en el control de la pandemia y cómo respondan los ciudadanos. Siguiendo otros modelos europeos se han diseñado cuatro fases desde la situación actual hasta llegar a la normalidad, pero no está definido qué baremos se utilizarán para cambiar de fase y el gobierno central mantiene el control total de la situación, algo que se ha reprochado desde las autonomías. La cuestión más discutible es que se “provincializa” la desescalada utilizando esta unidad territorial como referencia sin valorar que podrían ser más útiles las áreas básicas de salud o incluso las comarcas para adaptarse mejor a la realidad de cada territorio, y en este sentido se plantea una casuística muy peculiar con la prohibición de salir de la provincia hasta la fase 2 en comarcas divididas por los límites provinciales como la Cerdanya o la Ribargoza catalana y aragonesa, el Baix Segrià y el Baix Cinca o la Segarra, que depende en parte del área de salud de Igualada. De la misma forma, la situación en una misma provincia puede ser radicalmente diferente entre áreas rurales y las ciudades, por lo que también tendría que haber una desescalada asimétrica que en el plan no se contempla y se plantean paradojas como poder ir a un bar a buscar comida o bebida y no poder visitar un amigo o un familiar o, en términos económicos, se permitirán determinadas aperturas con tales condicionantes que no resultará viable su funcionamiento. Habrá que ir viendo cómo evoluciona la situación y corrigiendo las posibles anomalías, pero hay que ser conscientes de que nadie podrá controlar hasta el último extremo el cumplimiento de este plan, cuyo éxito dependerá más que nunca de la colaboración ciudadana, de la convicción de que la pandemia no está derrotada y que se deben mantener todas las precauciones. Para esto hacen falta normas claras y la colaboración de todos.

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