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Con la incorporación a la fase 1 del área metropolitana de Barcelona y Madrid, toda España ha entrado en la desescalada y otra media, entre la que está el Pirineo leridano y Aran, ya está desde ayer en la fase 2 en un proceso hacia la normalización que a tenor de lo expuesto por Sánchez aún podría acelerarse con la reducción del tiempo de pase por cada fase y el levantamiento del estado de alarma en algunas autonomías que tengan más controlada la pandemia. Lo importante es que el número de víctimas va reduciéndose paulatinamente y ya estamos en cifras similares a las del inicio de la crisis en el mes de marzo, pese a que aún se mantiene un número notable de contagios o nuevos casos, que se atribuyen al aumento de las pruebas y a problemas metodológicos y que tienen que controlarse porque serían indicativos de los temidos rebrotes. Vamos avanzando, pero conviene no bajar la guardia, ni tener más prisa de la que marquen los epidemiólogos por necesaria que sea la reactivación económica, porque un posible rebrote tendría consecuencias aún peores. Se anuncian gestos de normalización como la apertura con limitaciones de la hostelería y el comercio, las visitas limitadas a residencias de ancianos o el anuncio de que vuelve la Liga de fútbol o la posible apertura de cines y teatros en las comarcas del Pirineo, pero aún quedan muchas cuestiones por resolver como la movilidad entre zonas, que con la actual configuración ha dejado aislada la ciudad de Barcelona, la vuelta a las aulas programada por la conselleria para el lunes que viene, pero que aún tiene que sortear obstáculos de infraestructura, o la reincorporación a los puestos de trabajo supeditada a garantizar las condiciones de seguridad. Y, sobre todo, hay que ser conscientes de que sigue siendo mucho lo que aún desconocemos del virus y su propagación, desde su origen en China a la posible inmunización tras superarlo, pasando por las mutaciones que pueda registrar, la periodicidad de su reaparición e incluso los tratamientos más efectivos para combatirlo o las secuelas que deja tras su paso. Como dicen los expertos, se ha acabado el tiempo de las certezas y en la gestión sanitaria y política se ha ido actuando con base en la prueba y error con los consiguientes problemas de coordinación, que previsiblemente durarán hasta que llegue una vacuna que nos devuelva la tranquilidad. Hasta entonces, el riesgo cero es imposible de garantizar.

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