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Un día después de que la consellera de Salud, Alba Vergés, afirmara que un millar de personas están bajo control en Lleida tras el repunte de casos tras una fiesta de cumpleaños con más personas de las permitidas, en empresas agroalimentarias, en un geriátrico y algún que otro temporero contagiado, ayer nos quedamos atónitos al ver las imágenes del encuentro de “besos y abrazos” organizado en Balaguer el sábado por Dolça Revolució y con el horticultor Josep Pàmies al frente. La convocatoria reunió a un centenar de personas que se saltaron todas las medidas de seguridad establecidas para evitar propagar la pandemia. Sin mascarillas, sin guardar las distancias de seguridad, manteniendo contacto físico y procedentes de lugares como Zaragoza, Burgos o Barcelona, pese a que está prohibida la movilidad entre provincias y regiones sanitarias. En definitiva, un despropósito de grandes proporciones, minimizando e incluso dudando de la gravedad de la crisis que estamos viviendo pese a que las cifras de muertes y afectados hablan por sí solas. Si el aumento de contagios frenó el paso del llano de Lleida a la fase 2, con los consiguientes perjuicios económicos que ello ha conllevado, iniciativas irresponsables como la que tuvo lugar en Balaguer pueden agravar todavía más la situación.

Una mujer de 51 años de Esplugues de Llobregat se ha convertido en la tercera víctima de la violencia machista en solo una semana en Catalunya. La preocupación generalizada por la crisis de la Covid-19 no ha puesto freno al goteo imparable de mujeres asesinadas a manos de sus parejas, exparejas u otros allegados e incluso ha agravado la situación de muchas al tener que convivir con su agresor durante las semanas de confinamiento. Y es que días antes perdía la vida una mujer, cuyo hijo fue arrestado tras incendiar el piso en el que convivían en Santa Coloma de Gramenet, mientras que otro hombre se suicidó tras asesinar a su esposa en L’Escala. El negro balance de la semana hace que las víctimas de la violencia machista asciendan ya a 20 este año en España. Ni la pandemia puede con esta barbarie.

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