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Sin tiempo a acostumbrarnos a la “nueva normalidad”, nos encontramos con nuevos brotes que amenazan con devolvernos a fases anteriores y nos recuerdan que tendremos que extremar las medidas para convivir con el virus y, paralelamente, con anuncios apocalípticos de que lo peor está por llegar y que, si hemos sobrevivido al virus, será más complicado salir indemne de la crisis que nos seguirá azotando. Así, la consellera de Empresa, Àngels Chacón, advertía el domingo que “perderemos la mitad de los turistas y uno de cada tres comercios catalanes no volverá a levantar la persiana”; el Banco de España hacía ayer sus pronósticos y asegura que la economía española caerá entre un 16 y un 21,8 por ciento en el segundo trimestre, que ha ido peor que el anterior, en que empezó el confinamiento con una caída anual del PIB que puede llegar a ser hasta del 15 por ciento, y también ayer la ONG Intermón-Oxfam auguraba que con la pandemia unas 700.000 personas en España caerán en el hoyo de la pobreza, en la que se pueden llegar a inscribir unos diez millones de personas, en torno al 23 por ciento de la población, una tasa que nunca se había alcanzado en nuestra historia, con el añadido de que según esta ONG los 23.000 millonarios censados han aumentado sus patrimonios en 19.200 millones de euros durante los días en que ha durado la alarma. Que vienen tiempos duros lo sabemos todos sin necesidad de recurrir a análisis tan profundos, pero de momento nadie está proponiendo medidas concretas para superar la situación: los 160.000 millones de ayuda europea anunciados se debatirán en la cumbre de julio y previsiblemente habrá más créditos que ayudas directas; el plan español contra la crisis aún no tiene los apoyos políticos necesarios pese a que hasta la CEOE ha pedido al PP que se sume al consenso, y de momento sigue sin haber acuerdo para una posible prórroga de los ERTE, que se extinguen el martes que viene, y han afectado a 42 millones de trabajadores europeos, de ellos hasta tres millones en España, de los que solo ha vuelto a trabajar un 4% con la amenaza de que una tercera parte podría cambiar el expediente temporal por el paro definitivo. Frente a un panorama tan complicado también hay que apelar a la responsabilidad social y colectiva para generar consensos, sociales y políticos, para recuperar iniciativas y para ir normalizando el trabajo. Si no reaccionamos,

el futuro aún será peor.

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