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La decisión de la Gran Bretaña de imponer una cuarentena a quienes lleguen al país desde España costará cuatro millones de euros a las comarcas de Lleida. La pandemia ha puesto de manifiesto la fragilidad del sector turístico, pese a ser uno de los motores que impulsan la economía leridana. La meteorología adversa y la estacionalidad eran, hasta ahora, los enemigos a batir, pero la Covid-19 ha supuesto una crisis sin precedentes. La primera prueba de fuego fue tener que cerrar todos los establecimientos del sector del ocio, la hostelería, así como las estaciones de esquí cuando se decretó el estado de alarma en marzo. Tres meses y medio en la cuerda floja haciendo equilibrios para sobrevivir. La reapertura fue solo una ilusión, porque tras el rebrote en el Segrià se impusieron nuevas restricciones y se produjeron muchas cancelaciones, a pesar de que esta segunda oleada de casos no afectó al Pirineo. Los extranjeros solo suponen el 18% de todos los turistas que recibe la demarcación, pero en un momento tan delicado, nadie se puede permitir el lujo de renunciar a ningún visitante. Por eso ha caído como un jarro de agua fría que Bélgica haya prohibido viajar a Lleida a sus ciudadanos. El pasado verano visitaron la demarcación unos 3.500 vecinos de este país, que no son pocos.

Más doloroso sería que los franceses hicieran caso a las recomendaciones de su Gobierno y no cruzaran la frontera sur. Nada menos que un 40% de los turistas extranjeros que eligen Lleida son galos. En la Val d’Aran, principales receptores de estos visitantes, están tranquilos porque son, mayoritariamente, de comarcas occitanas, conocen la situación sanitaria del Pirineo y es más difícil que dejen de venir por miedo. Estaría bien tomar nota de cómo en un año muy complicado, si se salvan los muebles será por el visitante de kilómetro 0, que permitirá llegar a un 80% de ocupación. De la misma forma que la pandemia ha hecho aumentar de forma exponencial la compra directa a los productores locales, estaría bien tener en cuenta a los establecimientos de casa a la hora de reservar las vacaciones. Todo parece indicar que el virus nos va a tener en una montaña rusa hasta que se consiga la esperada vacuna y habrá que tirar de solidaridad para que, entre todos, podamos seguir adelante.

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