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La conselleria de Salud ha decidido mantener el cierre del interior de bares y restaurantes de Lleida y seis pueblos del Segrià después de la reunión del Procicat al constatar que pese a la mejora de los últimos días se mantiene un alto riesgo de rebrote. De poco han servido las peticiones del alcalde de Lleida de la semana pasada, del primer teniente de alcalde, que insistió el martes, y de todos los alcaldes de los pueblos del Segrià afectados que pidieron la apertura del interior de bares y restaurantes aunque fuera con limitaciones de aforo como el resto de Catalunya. No han demostrado mucha capacidad de convicción, ni de presión para que Lleida y los seis pueblos no fueran los únicos de Catalunya que tienen el interior de sus bares y restaurantes cerrados. Una restricción que no se ha trasladado ni al área metropolitana, ni tampoco a las comarcas del Vallès, con algunos indicadores similares y otros peores, como por ejemplo la tasa de reproducción efectiva del virus que en Lleida ha bajado hasta el 0,6, por debajo de la media catalana en 1.02, y también por debajo de la que tienen en el Vallès Occidental, 1,7, o el Oriental, donde casi llegaban a dos y estaban procediendo a cribados masivos para buscar nuevos focos. El Procicat ha dado más importancia al riesgo de rebrote y es quien toma las decisiones, pero se mantiene la misma duda planteada cuando se decidió la restricción: ¿es el interior de los bares y restaurantes la zona de mayor riesgo para posibles nuevos contagios y rebrotes solo en Lleida? ¿Tiene que hacerse pagar a este sector que en Lleida haya habido más focos? Todos queremos la máxima seguridad para nuestra salud y por eso aplaudimos que se cierre la empresa frutícola que tenía a positivos trabajando, pero parece exagerado castigar a la hostelería de Lleida por una situación de la que no es responsable. Y estamos hablando de pérdidas millonarias, porque desde que se decretó la alarma en marzo apenas han podido abrir el interior de los bares y restaurantes de Lleida durante cinco semanas, y con limitaciones de su aforo al 50 por ciento. De poco sirve que puedan instalar terrazas teniendo en cuenta nuestra climatología y las mismas características de la hostelería local, porque el grueso del negocio se hace en el interior y son unas diez mil familias las que ven peligrar el futuro de sus establecimientos pese a haber tomado todas las precauciones necesarias cuando han podido abrir.

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