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Ayer se conmemoró el tercer aniversario de una de las tragedias que más duramente han golpeado a la sociedad catalana en los últimos años. Los atentados yihadistas de las Ramblas de Barcelona y de Cambrils siguen muy presentes tanto en la memoria colectiva como en el día a día de las familias de las 16 víctimas mortales y los 166 heridos con que se saldó aquellas sangrientas jornadas de 2017, que tuvieron su preludio con la explosión de un chalet de Alcanar. El homenaje de ayer en la Ciudad Condal, aunque solemne, no pudo ser masivo a causa de las condiciones que impone el control de la Covid, pero la cincuentena de allegados de los fallecidos que estuvieron presentes quisieron hacerse oír para reclamar, una vez más, que aflore toda la verdad de lo que ocurrió los días previos a los ataques. Porque recordemos que aún no se ha celebrado el juicio y que los tres acusados que se sentarán en el banquillo no serán acusados, si no hay un giro de guion, de asesinato ni por la Fiscalía ni por algunas partes como la Generalitat o el ayuntamiento barcelonés, aunque en este último caso podría cambiar de estrategia. Por su parte, las acusaciones particulares consideran que su actuación, aunque no directa en los atentados pero imprescindible para cometerlos, ya que se encargaron de fabricar los explosivos o transportarlos, debe implicar la petición de penas más duras y la prisión permanente revisable.

Hay todavía muchas lagunas, especialmente en lo que se refiere al protagonismo del que fuera imán de Ripoll y su relación con el CNI, que deberían ser aclaradas sin que ello deba interpretarse como un desmantelamiento de la estructura de los servicios de inteligencia y de los cuerpos policiales, cuyo trabajo es básico e imprescindible para que no se repitan barbaries como la de hace tres años. Es imprescindible para quienes perdieron a sus seres queridos que este juicio se celebre lo más pronto posible y con todas las garantías de que se acusará con la contundencia que la situación requiere. Por desgracia, no servirá para devolverles a sus seres queridos, pero al menos debe cerrar una terrible etapa vital y convertirse en una especie de bálsamo para mitigar su dolor y para que quede patente que se ha impartido justicia.

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