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EDITORIAL

Las visitas, un bálsamo imprescindible

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Esta semana, la organización Médicos sin Fronteras hacía público un informe demoledor, con el explícito título de Poco, tarde y mal, sobre la afectación de la pandemia en los geriátricos españoles. Este documento detalla que en estos centros fallecieron 27.359 personas entre el 6 de abril y el 20 de junio, que representan el 69% del total de víctimas mortales por Covid-19 en toda España en el citado periodo. Para la ONG, que durante los meses más duros de la crisis sanitaria prestó su apoyo en más de 500 equipamientos para la tercera a edad, este estremecedor balance revela una desatención a los mayores debido a graves problemas tanto del modelo de gestión de residencias, como de coordinación entre las diferentes Administraciones competentes y empresas gestoras, principalmente en lo referente a la asistencia sanitaria y cuidados dignos que se deben brindar en coordinación con los centros de atención primaria y los hospitales. “El resultado fue el abandono en las residencias de las personas más vulnerables a la Covid-19, los mayores, y la desprotección del personal que los cuidaba”, concluye el informe. Por suerte, la situación actual no es tan dramática y el control en los centros y la atención a los geriátricos, tanto por lo que respecta a sus usuarios como al personal laboral, son mucho más correctos. Por ello, y atendiendo al nuevo protocolo puesto en marcha por la conselleria de Salud, la interrelación entre residentes y familiares es mucho más activa si la situación de cada centro lo permite. En este sentido, de las 34 residencias de las comarcas leridanas consultadas por este diario, 16 ya permiten las visitas presenciales, ocho más lo harán la próxima semana mientras que una decena siguen cerradas como medida de prevención ante el alto riesgo de rebrotes. Hoy, en las páginas anteriores, damos cuenta en primera persona de cómo han vivido y están viviendo algunos usuarios la situación de pandemia. En la mayoría de casos y pese a reconocer el buen trato recibido, los ingresados coinciden en señalar que la falta de contacto con sus seres queridos ha sido lo peor con diferencia. Cierto es que la tecnología, con las videoconferencias, ha hecho posible una comunicación visual que años atrás era impensable. Pero el contacto humano es insustituible y en población vulnerable como es la que nos ocupa puede convertirse en un bálsamo que quizá sea más saludable que las propias medicinas.

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