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La pandemia del coronavirus ha sido comparada a un gran tsunami, y la verdad es que hay motivos para hacerlo, tanto por las vidas que se está cobrando como por los efectos que genera a corto, medio y largo plazo a nivel económico, social y cultural. Por lo que respecta a la mortalidad, después de seis meses de pandemia, según las cifras oficiales hay 319 fallecidos en Lleida, más de 13.000 en Catalunya y casi 30.000 en España, mientras en todo el mundo ya se acercan a los 900.000. Son datos que evidencian la inmensa magnitud de la tragedia. Solo hay que hacer el ejercicio de pensar qué diríamos si en medio año los accidentes de tráfico provocaran este número de muertes. Pero además de las víctimas mortales, la pandemia está causando graves perjuicios a la salud pública. No se trata únicamente de las secuelas que puedan sufrir los enfermos más graves, sino del deterioro físico y cognitivo de los ancianos confinados en las residencias o en casa, o del hecho que muchos pacientes estén soportando meses de demora en las operaciones a las que debían someterse –sucede lo mismo en pruebas y consultas–, lo que tiene consecuencias en su estado físico. Y a nivel material, los daños son enormes en la gran mayoría de los sectores económicos. Muchas empresas y negocios de autónomos han cerrado sus puertas y otros muchos siguen en activo con grandes dificultades. Evidentemente, el panorama no es más halagüeño para los asalariados. Solo en Lleida más de 30.000 empleados han estado en un ERTE, y la situación es peor para los que ya se han quedado sin trabajo. No se trata solo de industrias o establecimientos, porque el sector cultural ha sido uno de los grandes afectados. Todo esto solo es una muestra de los efectos que está provocando el coronavirus, porque para dar una relación completa se necesitaría mucho más espacio. Por ello, hay que pedir a los distintos gobiernos y partidos que actúen de forma coordinada para afrontar las grandes dificultades existentes. No es cuestión de que nadie tenga que renunciar a sus postulados, sino de intentar articular acciones que prioricen el interés general. Es necesario seguir el ejemplo que por una vez ha dado la Unión Europea al pactar el fondo de recuperación, acuerdo que no ha impedido que los diferentes países miembros sigan manteniendo posturas muy distantes en muchos otros asuntos.

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