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Se han abierto las aulas y los alumnos de primaria y secundaria han vuelto a las clases seis meses después de que se decretara la alarma, y con una reapertura simbólica en junio, pero nadie sabe cómo será el curso que hemos empezado, ni puede garantizar que discurra con la normalidad con que se ha iniciado. De entrada, es positivo que se hayan abierto las aulas porque la enseñanza, y más en los escalones iniciales, ha de tener un componente presencial, que facilite la socialización y el aprendizaje, y más después de la experiencia del curso pasado, que mostró las carencias que seguimos teniendo con la enseñanza telemática. Se ha hecho un esfuerzo para adoptar las medidas de seguridad necesarias, para reducir los grupos, para evitar masificaciones en la entrada y salida de clase, e incluso en los recreos, para ampliar los espacios y evitar los posibles contagios, pero es evidente que con esta pandemia no existe el riesgo cero, ni para alumnos, ni para los profesores, ni para ningún otro sector de la sociedad. Como repiten los expertos, habrá que convivir con el coronavirus, y en consecuencia extremar las medidas de seguridad y todas las prevenciones posibles, pero aun así es evidente que las ratios de alumnos por clase siguen siendo elevadas, que sobre todo en zonas urbanas las instalaciones son insuficientes para garantizar la separación, y que harían falta más profesores. También sabemos que desgraciadamente habrá brotes porque seguimos con una situación epidemiológica compleja y porque así ha sucedido en otros países que ya han abierto sus escuelas. Un informe de la Universitat Politècnica y el Instituto de Recerca Germans Trias i Pujol advierte que en los primeros días del curso pueden llegar a cerrarse una de cada treinta aulas de primaria y una de cada quince en secundaria por posibles brotes, en base a la incidencia que la pandemia tiene en las diversas franjas de edad, pero también añade que la inmensa mayoría son asintomáticos o pasan la enfermedad con síntomas leves. El objetivo es que estos brotes se detecten en grupos reducidos que puedan ser controlables y que se eviten cadenas de contagio masivas, y se recoge la experiencia de los casals d’estiu, donde se controló la situación. Nadie dice que vaya a ser fácil gestionar una situación tan complicada, pero como han hecho otros sectores habrá que redoblar esfuerzos porque el arranque del curso era una asignatura obligatoria y pendiente.

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