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La salud es lo primero, y por eso la principal factura de la Covid en Lleida es la de las 328 vidas que se ha cobrado, a lo que hay que sumar el coste que ha tenido para los miles de personas que han sido hospitalizadas durante los seis meses de pandemia. Pero en términos económicos, sus efectos son demoledores en diversos sectores. Uno es el comercial, que en Lleida ciudad y el Segrià ha soportado los efectos de un segundo confinamiento este verano. En la capital han cerrado unos 400 establecimientos, muchos en los barrios, lo que supone alrededor del 25% del total de los sectores que no son de alimentación. Por otro, la restauración, que según el sector habría dejado de ingresar más de 10 millones de euros. La desaceleración que ha probado la Covid se explica por sí sola con la cifra de ERTE, que a Lleida afectan a 35.000 trabajadores, en una demarcación con 159.500 asalariados. En cambio, las dificultades de movilidad por la pandemia y las ganas de respirar naturaleza han disparado el turismo de proximidad y al aire libre, lo que ha beneficiado sobre todo al Pirineo de Lleida, por encima de los destinos de playa y de ciudad. La Val d’Aran, por ejemplo, ha cerrado el mejor agosto en 10 años, y la primera quincena de septiembre va camino de ser superior también a la del año pasado en términos de ocupación. Lo mismo ocurre en el Sobirà y la Cerdanya. En cuanto a la agricultura y la ganadería, sectores clave en la economía de Lleida, deben todavía analizar el incremento de costes a causa de la pandemia en los últimos meses, pero todo apunta a que han sido de los negocios menos afectados por la crisis sanitaria. Faltan todavía unos meses para que podamos hacer balance de los daños no sanitarios del coronavirus, pero para que estos no sigan aumentando hacen falta básicamente dos cosas: evitar a toda costa que el repunte de casos obligue de nuevo a parar la economía, y que las administraciones inyecten el dinero necesario para no convertir los ERTE en paro y, evidentemente, para que los autónomos no se vean abocados a reducir la actividad o al cierre. En la primera de las premisas, Lleida va por el buen camino, con índices de rebrote de los más moderados de Catalunya tras su nefasto julio, y en cuanto a la segunda, Generalitat y sobre todo Gobierno central deben articular de inmediato una hoja de ruta para evitar el crack de la economía.

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